Francisco Javier Hidalgo, 16, VII, 2022
El turismo es una gran fuente económica para las ciudades, pero cuando la presión turística es excesiva puede provocar graves problemas sociales y de convivencia dentro de las mismas.
Toledo se encuentra en ese punto por el que han pasado otras ciudades turísticas en las que el residente comienza a percibir al visitante como un elemento hostil. Es un trastorno de las ciudades que, se puede decir, están muriendo de éxito turístico. Lo que podría llamarse el síndrome del “parque temático” o el síndrome de Venecia, una ciudad que con 57.000 habitantes recibe 22 millones de turistas.
Lo peor de esa situación es la huida masiva de ese barrio especial que muy pocas ciudades conservan. Un Casco Histórico que progresivamente ha ido perdiendo su vitalidad, su personalidad, su esencia e identidad. Un proceso que ha provocado la pérdida de los establecimientos tradicionales, pero sobre todo y en gran medida, la pérdida de población en el centro de la ciudad. A cuantos no se les “ha caído el alma a los pies” cuando después del encierro ilegal, nos han dejado pasear por las calles principales durante la pandemia y hemos visto una ciudad desolada, con comercios y bares que languidecían. El turismo está acabando, poco a poco, con el centro de Toledo, pero sin el turismo, hoy en día, económicamente no es nada.
No es sólo algo que se perciba a simple vista, la pérdida de población está detalladamente descrita en el estudio realizado por la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo referido a la evolución de la población del Casco Histórico de Toledo, obra de Beatriz Larraz, de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM), Enrique García Gómez y Juan Estanislao López Gómez. Estudio famoso que se ha mencionado en muchos artículos, pero que las administraciones no están por la labor de hacer mucho caso, a pesar de las alarmas que se ponen de manifiesto.
En este estudio queda detallado como el envejecimiento de la población del Casco es mucho mayor que el del resto de la ciudad, y también, como se muestra en el estudio, un envejecimiento superior a la media de España. También dejan muy claro que el porcentaje de juventud del Casco es también inferior al del resto de barrios de la ciudad. Unos datos muy preocupantes que se agravan con la baja tasa de natalidad generalizada en todo el territorio nacional.
Se puede atribuir a muchos motivos, pero, lo que no ayuda nada a revertir esa tendencia es la actitud de una administración local que prioriza constantemente la llegada de turismo de muy escasa calidad (un turismo de bocadillo y botella de agua) en detrimento del fomento de una revitalización necesaria y que sin duda forma parte del patrimonio de la propia ciudad.
Los responsables del estudio alertan de que es crucial que se adopten medidas para atraer a la gente joven al Casco. En el pasado reciente los jóvenes volvieron al barrio, pero la crisis y el alto precio del nivel de vida y la vivienda terminaron echándolos.
Se necesitan unos poderes públicos que apuesten por sistemas que incentiven el alquiler y la compra de viviendas para jóvenes. Se trata de medidas que afronten el problema agravado por el incremento de los apartamentos turísticos, problema que por la falta de determinación efectiva en los últimos años se ha hecho con el control de las viviendas disponibles y que se ha consolidado hasta nuestros días.
El fenómeno del alquiler turístico provoca situaciones que agravan doblemente el abandono sistemático de la población. Por una parte, el residente está conviviendo con un trasiego en sus zonas comunes de estos inquilinos esporádicos que en muchos casos vienen a disfrutar del ocio nocturno, residente que está a merced de la falta de filtros a la hora de seleccionar a los inquilinos. Por otra parte, disminuye, como se ha comentado, la oferta de viviendas destinadas a residencia habitual y supone una competencia desleal a los establecimientos hosteleros.
El gobierno municipal lleva años anunciando una ordenanza para regular este problema específico de nuestra ciudad. Incluso han llegado a anunciar la congelación de licencias para desarrollar esta actividad. Anuncio que han quedado en eso, en anuncio, hoy en día la situación sigue desbordada.
No hay duda de que el turismo aporta dinero, lo que suele olvidarse en muchos casos es que también genera muchos gastos: Incremento de servicios como recogida de residuos, limpieza, servicios de policía local y partidas diversas orientadas a la promoción turística. Estos gastos no se suelen contabilizar, pero en el caso de ciudades con población escasa pueden ser un montante importante que hay que tener en cuenta. Y mientras el dinero que aporta el turismo se queda en pocas manos (sobre todo en las de aquellos que reciben a los autobuses en sus patios), los gastos lo pagan todos los habitantes de la ciudad.
El Plan Especial del Casco Histórico se diseñó en 1994. Desde entonces no se ha tratado el asunto con el verdadero interés que requiere y eso dice mucho de las prioridades de esa clase política local con sus batallas entre partidos y que buscan el rédito a corto plazo. Desde nuestro humilde punto de vista se pueden hacer dos cosas: Uno, mirar para otro lado como se está haciendo ahora, colocando parches e improvisaciones ocurrentes. O, pensar en un plan a medio/largo plazo llevando a cabo estudios teniendo en cuenta la experiencia de otras ciudades turísticas, la opinión de expertos y sobre todo contando con las asociaciones de vecinos, de comerciantes y de los propios residentes. Es importante no llegar a un punto de difícil retorno. Evitar que se pierda completamente el sentido de la ciudad y que no esté abocado al fracaso por la pérdida de la población. Volver a los años donde el punto de encuentro de la sociedad toledana era su maravilloso Casco.