ETA, UN MITO CONTEMPORÁNEO

Fernando Garrido, 17, V, 2023

El mito contemporáneo que prescribe  “ETA ya no existe” viene siendo el argumento para necios que emplea el socialismo sanchista, como antes lo hiciera el zapaterista, cuando se encuentran en aprietos con las “diabluras” de aquellos con quienes tan progresistamente comparten hoy la dirección del Estado y que, por cierto, también se llaman a sí mismos izquierda progresista, aunque abertzales socialistas y por tanto la rama ultramontana de su misma familia.

 A veces las coincidencias ideológicas pueden resultar ser espantosas cuando se procede a un análisis formalmente lógico.

De hecho, quizás sólo el anhelo de independencia frente al federalismo sea su pequeña gran diferencia si llevásemos el análisis hasta el final. Y desde luego su perspectivismo histórico es milimétricamente afín, léase sino la ley de memoria democrática, también llamada por eso mismo la ley bilduetarra que el PSOE defiende.

En ella, más allá de otras consideraciones, se anuncia la buena nueva en clave cuasi nietzscheana: ETA ha muerto, Franco vive.

Por otra parte se podría objetar que la atonía fundamental entre ambas organizaciones sería el uso de la violencia para fines políticos.

Pero el partido socialista tiene en sus 144 años un historial criminal suficiente para ser incorrecto el afirmar tal cosa (tampoco lo reconoce ni ha pedido perdón).

A eso hay que añadir además que la violencia no sólo es la ejercida con armas y explosivos, y el PSOE sabe bastante de técnicas como la manipulación mediática y social para provocar odio y violencia sufragáneamente. Recordemos recientemente las balas de Marlaska. Es sólo un ejemplo de entre muchos más: los chicos de las heces fecales el 11-M, los de la gasolina y tal…

Volviendo a lo fundamental pregunto: cómo es qué ETA no existe cuando está hoy más presente que nunca impregnado cada lugar e institución de vascongadas incluida la Iglesia católica. Pues porque está arraigada en el entramado social, en la cultura, la educación, en la herriko taberna y en fin… un fenómeno que trasciende como siempre e intoxica al ámbito nacional.

Porque digan lo que digan ETA no fue derrotada, aunque podría haber sido así. La razón es que el mundo batasuno es útil al socialismo no abertzale y lo estamos viendo.

Por eso ETA existe apaciguada sólo en su carácter más brutal, y no de manera gratuita, sino en base a concesiones antidemocráticas cuya hoja de devengos sigue en marcha.

Está escrito en el manual del párvulo terrorista: ETA mataba, es decir, utilizaba y usa la violencia para alcanzar objetivos políticos (esa es la definición canónica, el abc del terrorismo).

Ese propósito último se va viendo satisfecho ahora, pero ¿quién puede asegurar que no vuelvan a matar?

De hecho, vuelven a estar en la calle y siguen rematando a sus víctimas vivas y muertas cada vez que se homenajea a los verdugos o van en candidaturas de lugares donde atentaron.

También cuando se jactan de sus conquistas presentes a partir de las terribles acciones pasadas culminadas en los pactos sanchistas. O qué hay de la ausencia de arrepentimiento, o la negativa a colaborar en el esclarecimiento de sus crímenes o el rechazo a condenar de veras su violencia que, vaya gracia cuando se ven por imperativo estratégico obligados a hacerlo con esa miserable fórmula de tahúr que reza “condenamos la violencia venga de donde venga”, o sea, el celebérrimo “y tú más; qué te habías creído”.

ETA existe. No hay para ella, ni para ninguno, un agujero negro en el planeta Tierra.

La historia tiene un límite insalvable, es el pasado, son los hechos cuya existencia metafísica y racionalmente es imposible cambiar, porque es el gran asunto sine qua non de la Historia y del Hombre o viceversa.

Hechos pasados son causa de la realidad presente, y esta actual lo es en un proceso revolucionario diseñado por el terrorismo etarra para derribar las instituciones democráticas y la Constitución. Ahí es precisamente donde ETA existe de manera más palmaria.

Entonces, ¿existe la posibilidad de que vuelvan a matar? Por supuesto, su estructura, motivación y base social no ha desparecido.

Da igual que tuviese lugar la entrega de armas, que además fuese un paripé escenificado con un montoncito de chatarra inservible, incluidas algunas escopetillas pajareras. Cuántas de las de verdad tienen aún. Cuántas podrían recibir en caso de ruptura de unos acuerdos ignotos para el común.

Quiero hacer notar una última cuestión.

El camino del éxito estelar de ETA puede advertirse en cuatro conceptualizaciones políticas expresadas sucesivamente en progresión diacrónica, desde hace medio siglo, cada una como superación de la inmediatamente anterior:

Vascongadas, país vasco, euskadi y finalmente euskalerria, concepto que encierra el modelo político de ETA para las tierras vascas, que ya hoy se va aplicando nominalmente con normalidad y cuyo contenido ideológico intelectual se corresponde con la consecución del bárbaro objetivo totalizador del proyecto etarra.

Digamos pues en plan aristotélico que Euskalerria es el Ser (político) en potencia, que ha de realizarse de facto porque está ahí sustancialmente y es necesariamente real.

ETA existe más que nunca, nada menos que formando parte de la dirección de un Estado que le es necesario demoler para su proyecto máximo.

Cualquiera que diga otra cosa es estar a su servicio o en el aparato de sus encubridores.

Contemplémoslos a todos ellos en el parlamento español, que son mayoría holística cuando aplauden a SNCHZ rapsodiando el mito contemporáneo que niega la existencia de ETA.