© Fernando Garrido, 31, X, 2023
La anormalidad de la vida española es la del régimen que nos ha llegado por la puerta de atrás renegando de la propia nación, a la que somete, humillándola, a tensiones permanentes para la ruptura de todo el orden anterior.
He leído en alguna parte que el sanchismo “morirá en la cama”, triste comparación que anuncia décadas de gobierno surrealista.
Una pesadilla posible y real, porque no existe verdadera oposición, ni el tecnócrata Feijoo parece el líder capaz de lidiar tamaño monstruo.
El Partido Popular no ha cambiado mucho desde que con Mariano permitió, por incomparecencia, el asalto al poder del independentismo antisistema que encumbró a SNCHZ y ahora padecemos.
Pero, para entonces, el PP ya había sentado las bases del advenimiento en continuidad con las políticas zapateriles, de la cuales los populares, incomprensiblemente, no se despegaron.
Es más, las corrigieron al alza: Montoro aplicó el primer terror fiscal; Soraya y sus sorayos custodiaron la nación de naciones, la multi-aculturalidad, la memoria histórica e histérica, etcétera, y entregaron las llaves de televisiones y medios de comunicación al bando republicano para que retransmitiera en directo la corrupción pepera, con el crack Bárcenas como delantero.
En fin, de aquello que se dio en llamar la “derechita cobarde” o “maricomplejines”, emergió VOX como vigorosa reacción a la deriva socialdemócrata de sus compañeros que habían abandonado a su base sociológica.
VOX ha sido para gran parte de los decepcionados la verde esperanza y su referente.
Un crecimiento exponencial fue buena muestra de ello.
Pero hoy, mermado, cabe preguntarse si en verdad existe aquel VOX que ahora, en el peor momento, se desangra en luchas internas, depuraciones y autos de fe, y que parece haber abandonado el camino de la razón, del corazón y la verdad para entregarse a lujurias de moqueta y sillón.
Esto definitivamente ha debilitado su discurso y a su líder, al que se le nota agotado, sin equipo, sin digno sucesor, ni portavoces, en un proceso autodestructivo que empezó cantando Macarena, pero sin cuerpo de delito ni alegría.
VOX se ha abandonado a aparecer como la caricatura que de una parte le hace el enemigo y de otra el adversario, recibiendo las hostias cual tancredo y tentetieso que responde, en modo disco rayado, con las consignas pasadas sin ser conscientes de que a España la han cambiado ya de pantalla.
El panorama no está para aplausos cautivos, enlatados ni frivolidades.
Es urgente la unidad de toda oposición a la dictadura, no en bloque amorfo, sino en un buque compacto de única bandera en coalición y, al frente, un solo capitán o mejor: ¡capitana!
Hace falta para ello generosidad por parte de ambos partidos, desapego a la propia necesidad personal y partidista, nobleza, altura de miras y gran sentido, con responsabilidad, de estado.
De no ser así, creo sinceramente que toda causa está perdida y quedará fiada a al óbito, tras una larga e indesable vida, del dictador.