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TOLEDO VISTA DESDE MENDA LERENDA

H. H. Steppenwolf* • feb 11, 2022

TOLEDO VISTA DESDE MENDA LERENDA*

By, H. H. Steppenwolf*, 11, II, 2022

 

Ya se sabe que “una noche toledana” es sinónimo de pasar una mala noche. Es lo que tiene la historia, que a veces hace de la leyenda, venganza u oscura tradición.

Mas a pesar de ello, Toledo hace todo esfuerzo para iluminar su noche permanente, encendiendo a todo meter la luz eléctrica con todo un alarde espectacular de luminotecnia, al estilo de un festivalero y primaveral ferial andaluz.

El caso es que, con mucha menos luminancia, podría haber sido Toledo Faro de Alejandría en medio del pretérito mar paleozoico castellano.

Tanto lo han visto así, que la panorámica de la noche toledana, ha resultado ser avistada y después premiada desde el lejano País del Sol Naciente, donde risueños nipones observan el skyline en sus pantallas led, mientras degustan palomitas de sushi recostados en un tatami. No vienen ni vendrán como turistas, pero como la tecnología digital avanza una barbaridad, nos obsequian con clics y “me gusta”, a quince mil kilómetros de distancia.

Mientras virtualmente así de mono lo ven en Asia, Toledo sigue cerrado, pero celebrando una aurea becerrada lumínica para deslumbrar al crédulo forastero y dar cegador contento al dócil ciudadano ávido de festivos placebos. Desde luego que, a falta de otra cosa, el premio amarillo se ha vivido con insólito júbilo e iluminadísimo orgullo provinciano.

Tiene gracia porque nunca imaginamos que aquellas estrofas que cantaba Rosendo Mercado tuvieran algo que decir a Toledo, y lo ofrecía  desinteresadamente así:

“Tengo una solución que te ofrezco amigo mío y a cambio nada me des. Las luces encendidas son problema tuyo y mío, lo vamos a resolver. Apágalas, apágalas y enciende un cigarrillo, su luz puede valer. Sientes la soledad que ocupa todo tu espacio y tienes que salir de él. Tu gente, tus amigos, nada tienes, es amargo, pero quieres emprender. Apágalas, apágalas y enciende un cigarrillo, su luz puede valer".



Sin embargo, no bastarían cien estancos. El panorama real es muy triste si con talante de investigador hereje se hace un zoom sobre las calles, plazas y edificios, ahí donde defeca la paloma y se apagan los artificios cosméticos que, gastando kilovatios a calzón quitáo, ocultan la patética figura andrajosa de las cien hectáreas de una ciudad vacía, sola y abandonada.

El discurso oficial ha decretado tabú esa realidad a pie de calle vecinal. A cambio, oficia un ceremonial en los platós mediáticos donde, a modo de caverna platónica, una audiencia entregada y acrítica contempla el espectáculo de colorines y aleluyas que nada quiere saber de la leprosa y molesta realidad.

Y digo yo que, haciendo honor a la verdad, no hay que ir a buscar la “España vaciada” a desiertos remotos ni montañas lejanas, porque está delante nuestra, muy cerca. Se llama Centro Histórico y fue -ya ni me acuerdo- el auténtico Toledo, el que tenía vida propia y se situó en el mapa universal por ser centro de reinos e imperios, de alquimia y sabiduría, de armas y letras, de fe y rebeldía. El Toledo carpetano, romano, visigodo, islámico, mozárabe, sefardí, mudéjar, castellano; y ahora hoy la NADA. Qué digo, la nata de la NADA.

Una nada monada a la que sólo le queda el cascarón como a la almendra devorada por el gusano. Toledo es casco o cáscara, qué más da, sin fruto  ni cabeza que merezca tal nombre.

Extramuros de ese leño de almendruco tallado o de yelmo repujado, todo es anodina y grisacea mediocridad, es ciudad de urbanismo fallido que ha conformando un atomizado e inconexo archipiélago de barrios patera, de arquitecturas clónicas, de dispersos columbarios humanos y de lugares a duras penas comunes, siempre minados de elementos antipersonales, que han convertido a la Ciudad en un inmenso retel donde se quiebran los huesos, la salud y el ánimo de quienes la viven o transitan. A todo ello se añade la extorsión mafiosa de parquímetros, el salvajismo de bosques de bolardos y pivotes, de plintos de hormigón, y todo tipo de engendros como el paradigmático “Quixote Crea”, cuya equis alguien debería explicar, por ser una de las mayores vergüenzas contemporáneas de las muchas que han colocado.



Bien lo saben los que viven y sufren desde hace décadas la desoladora situación de una ciudad abandonada a su suerte, pero espléndidamente ahorcada en el solemne patíbulo del exitocidio, y ahogada en el pozo del elogio.

Porque, adaptando con peñascosa pesadumbre aquella célebre canción de ópera rock, bien pudiérase entonar que:

Toledo, vivir aquí es querer arrancarle un quejido al viento, un beso al vacío y una sonrisa al silencio. Vivir en ti, es querer ganar el cielo por amor, es haber perdido el miedo al dolor, es luchar contra nadie en la batalla, y ahogar el fuego que nos nace de Castilla en las Españas.


Qué pasó, dónde está aquel Toledo autentico, castizo, original e histórico. Por qué está vacío y solo. Por qué nadie dice verdad, ni quiere dar su paradero ¿Hay alguien ahí? Nadie responde en un reino secuestrado por la mendacidad toledoplanista, que lo tiene prisionero en un marco conceptual trufado de triunfalismo nominal, de orgullo pronominal, de grandilocuencias adjetivas, de vanidades en primerísima persona del singular, de arrogancia sustantiva, de verbos altivos, de rancios pleonasmos y versos con asonancia proverbial, de ganapanes gerundivos y gerundivas, de pasados perfectísimos, de presentes subjuntivos, y de futuros eternamente condicionales. Todo lo cual se ilumina a “luz de gas” por una luciérnaga ambiciosa junto a una cohorte de hambrientos osedax.

¿Osedax? No, no es un rey godo, sino la especie de gusanos necrófagos que se alimentan de cadáveres, que absorben todo nutriente hasta perforar los huesos, cavando túneles, para acabar con todo lo que de provecho puedan devorar.

Es divertido cómo la zoología tiene la virtud de empatizar con cierta realidad toledana porque, haciendo una elipsis, volvamos al Japón, donde precisamente desde su jardín zoológico de Takasakiyama, llega una historia que pudiera advertirnos. Es la de Yakei, una mona que se ha erigido, para asombro de zoólogos, en la hembra alfa y líder de un grupo de más de medio millar de congéneres macacos que, según informa el New York Times, “ha mostrado algunos comportamientos que por lo general solo se observan en machos dominantes, como andar con la cola levantada y sacudir las ramas de los árboles con su cuerpo”. Según continúa informado el diario neoyorquino, “el reinado de un alfa puede durar desde unos pocos meses hasta más de una década” ¡Qué horror!; pero añade que ahora “un triángulo amoroso podría poner en peligro su permanencia en el poder” (NYT, 21/ 01/ 2022).



Es lo que tiene el furor uterino en época de apareamiento ¿Tal vez electoral? Quizás el caso de Yakey, sea premonitorio allí en ese páramo temático del bache y el desconchón, bajo el manto de la Madonna alfa –y a la sazón Miss fotogenia-, que tiene embelecados con su badajo pendular, a los monos y monas, bolos y bolas…

Por ahora, no se puede evitar el traer otra sugerente canción de la Movida ochentera, porque viene al pelo; aunque debo advertir que cualquier parecido con el presente es mera mala uva. Ahí va, aivá, que los corchetes -para desdoro de Santi Auserón- vienen de Menda Lerenda*.


Divina [de la muerte], estás programada para el baile [san Vito]
y en la brillante nave [bicéfala] te deslizarás
en tus manos de metal [damasquinado] hay reflejos de rosas [espinosas]
y viento [rojo] y coches penden del ayer.

Mimosa [mema] te diré cuando cante la luna
y tu cara será una estrella [apagada] sobre mi pedestal.
Suavemente abrazada a tu [bolo] lobo impasible
bailaremos toda la vida en los bailes de[l] Marte[s]
rock!

Tú hablas [sola] de la luz y yo hablo de la noche
cuando los monstruos tienen [tu] nombre de mujer.
David Bowie lo sabe y tu mami también
hay cosas en la noche [toledana] que es mejor no ver.

Te veo bailar con [fotos y] pegatinas en el culo
y mueves con tu ritmo [tolón, tolón] la cara de tus fans.
Eres una bruja de [falso] oro  eres un pequeño gánster,
estuviste con Kaka de luxe pero no te oí cantar
rock!




*Harry Haller Stpenwolf, autor del presente artículo, es ciudadano exiliado, residente y con pasaporte de la REPÚBLICA ERRANTE MENDA LERENDA.


(https://www.republicamendalerenda.net/)



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