CHANEL, O EL TRIUNFO DE CENICIENTA

F. Garrido • 18 de mayo de 2022


CHANEL, O EL TRIUNFO DE CENICIENTA


© Fernando Garrido, 18, V, 2022


Desde que la canción "SloMo" fue elegida para representar a España en el festival eurovisión, se puso en marcha la maquinaria ideológica de picar carne y la cuestión llegó incluso al parlamentarismo revolucionario que hoy impera, señalando a CHANEL TERRERO como ilegitima representante de la canción española, frente a la contaminación de Tanxugueiras o la Bandini.

La buena noticia es que la espléndida feminidad de CHANEL ha vencido en Eurovisión a la charanga FEMITAMPAX que, preventivamente, desde hace semanas está rabiosa y borracha de envidia.  

El terrorismo adrofóbico, feminicida y parricida, se manifestó a bocajarro contra la bella CHANEL que, como la Cenicienta, les ha dado en los hocicos llevándose un triunfo femenino que sabe más que a victoria. Una lección apoteósica, dea ex machina. Porque lo importante no ha sido el tercer puesto eurovisivo, sino la pura expresión de arte y belleza en el más hondo sentido, porque lo es contra las fuerzas inhumanas del mal, encarnadas en las zoroastras del feminismo-borroko y mefistofélico.

Ese feminismo filofascista en que militan las malvadas unidas, que en esta ocasión han representado el papel de Lady Tremaine, Griselda y Anastasia; la vil madrastra y feas hermanastras de Cenicienta que, muertas de celos, envidia y rencor, como sólo ellas saben hacer, denigran lo femenino y su eterno sacramento.

Porque con sus pezuñas caprinas, deformadas por el reuma ideológico radical, no pueden encajar la delicada y maravillosa horma de la naturaleza femenina que, por eso mismo, desprecian, insultan y degradan.


Qué decir a la feministra cornamentada, cuando pregunta: "¿Por qué les dan tanto miedo nuestras tetas? ¿Por qué les dan miedo nuestros derechos?"

Respondo. No Conozco a nadie que tenga miedo de unas tetas, si acaso existen algunas que están de miedo; aunque no creo que sean ejemplo los cántaros secos de una loba que amamanta cachorros del fundador de un lupanar bolivariano. Serán en todo caso unas tetas que desdicen el aforismo de que “más pueden dos… que dos carretas”, porque el alfabuey se sacudió con su coletarrabo las moscas y el yugo dominguero, y marchó bufando del establo.

De todas formas, como terapia de pareja, les recomendaría acudir a “Senos”, un lirico tratado de Ramón Gómez de la Serna sobre ese órgano femenino, cuya «opacidad convexa y muda parece siempre oponerse, desde luego, a la concavidad hospitalaria del sexo».

“Genitalización del sexo” que dirían sin embargo la baraúnda menstrual subvencionada, a quienes sí les dan miedo las “tetas” y el “culo” de CHANEL, porque le asusta la verdad y odian a las mujeres autónomas, independientes, trabajadoras, con talento y fuera de cuota, que ni necesitan ni quieren ir por la vida llorando su condición biológica, ni negando su feminidad, sino que la realizan al máximo, y por ende triunfan.



Eso no lo puede soportar la machucheria mujerista inscrita en el triángulo amoroso de catetos e hipotenusas cuyo modelo femenino es la pelambrera en el sobaco y flequillo Playmovil, ya sea en el techo de su berola o en el furor uterino del suelo pélvico.

A tías indocumentadas como la Montero, la Belarra, la Lastra, la Yoli, y tantas otras, les mueve el odio y el resentimiento porque se fueron a retozar con jabalís de su calaña, aquellos que les hacen hijos con el pijo retorcido, y después de la suerte de estoque les ponen cuernos de mamut con pimpollos y gacelitas.


CHANEL no necesita de don Juanes, ni doñas Perfectas. Ni ser rescatada por esa manada feminista de cornicabras berrendas mal toreadas.

CHANEL canta bien, se mueve en el escenario como una ninfa garcilasiana; sus femeninos volúmenes y miradas son los de una hembra de carne y hueso, real y natural. Una autentica mujer que no es, ni quiere, ser igual a las demás, ni atiende al modelaje de viragos tatuadas con un sátiro CHE, junto a un lapidario ACAB.

Debo añadir, para escarnio de una tal “Cristiana” Almeida que, en su ostentosa zafiedad, tanto la molesta CHANEL, que la comprendo; porque CHANEL está estupenda y es sexy. En verdad que duele la comparación con una vieja morsa faltona y verrugona. El contraste es ciertamente insultante para quienes, como ella, hacen de la chabacanería sebosa su bandera política.

CHANEL es sin embargo mujer de bandera, española y cubana, sensual y chic como su nombre artístico. CHANEL es un sugerente aviso que remite inmediatamente a algo tan femenino como la misma Firma que lleva un siglo vistiendo a la mujer, desde dentro hacia afuera, como sujeto dinámico, actualizado y de vanguardia.

Nada que ver con esas Rottenmeiers que, anunciándose como mesías de lo último, involucionan la moda femenina hacia estéticas cuáqueras, sovietizantes y fascistodes. Hay ya demasiadas de ellas cacareando por las televisiones del régimen, apestando a pachuli de rancias solterías monoparentales que, anqué ferozmente laicas y anticlericales, llevan el hábito color nazareno y el cordón de soga franciscano con los tres nudos: obediencia, castidad y pobreza.

Nudos, dicen, contra la “hipersexualización, el machismo y la incitación a la prostitución”, que para ellas CHANEL representa. Sin embargo, ensalzan desde las tribunas al macho trans siliconado, con los mondongos embutidos en lencería de látex haciendo carrera en “la complutense” de la Casa de Campo, o en el nunca mejor dicho Paseo de los Plátanos.



CHANEL no es puta, ni tricolor, ni arcoíris. Tampoco es igual a las demás, ni falta le hace. Es ella misma, sin sambenitos ni la uniformidad ideológica que quiere imponer esa saharia progre, gritona y filocomunista que trae compresas sostenibles de esparto, y bragas de pana diseñadas por los comités de reeducación social para la nueva puritanía ciudadana.

CHANEL es o debería de ser, porque se lo ha ganado, la novia de la España femenina, bella, libre, vital y decente. CHANEL es como esa España Cenicienta y maltratada en espera de un Ada Madrina transformadora y un Príncipe restaurador del bien.


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