CUIDA LO TUYO…
© Fernando Garrido, 12, V, 2023
Se nos acercó con una actitud que podía interpretarse como hostil, aunque quizás no lo era tanto. Su mirada altiva y al infinito denotaba una tensión apenas contenida mientras que de sus sonrosados labios emergían, con apresurada ansiedad, inquisiciones retóricas que cortaban como a cuchillo los silencios y las palabras.
Ella tenía un duro pero bonito rostro.
Era sábado, decaía la tarde, nos encontrábamos en la plaza central y pública atendiendo una mesa informativa para dar altavoz a nuestras propuestas e ideas acerca de cómo cuidar lo nuestro, lo de cada cual, lo de todos. Es decir, nuestra honesta agenda para una España prospera en paz y libertad.
Aunque éramos varios los allí presentes, fue nuestra compañera Pilar, sutil, femenina y sobrada en armas ofensivas-defensivas, quien entró a la lid con adarga frente a los envites de aquella joven que nos lanzaba saetas de papel con tinta panfletaria.
En la interlocución, ambas se me figuraron como dos gatas cortesanas maullando y zarpándose felinas, pero sin mostrar las uñas, tratando de averiguarse mutuamente el flanco vulnerable.
Expectante, un servidor seguía la contienda con vago interés, hasta que la aristogata extraña me echo una mirada furtiva y desafiante, insinuándose para que bailase con ella en la arena de sus preguntas oceánicas.
Dudé aceptar recordando de repente un estribillo de los ochenta que me susurraba aquello de “no te preocupes por aquella chica, todo es mentira, está actuando, hoy le tocaba el turno a Janis Joplin y ella es esclava de su papel”.
Gastando imaginación, algo de la Joplin sí tenía. No sé… un aire. Quizás el vestido, sus cabellos… Pero vi que no fingía. En sus adentros bullía una melodía aguda y desgarradora, isótopo posiblemente de la angustiosa infelicidad de la Janis.
Ella buscaba respuestas en un mundo que se revela absurdo y atroz sin saber en qué lugar se halla el lado luminoso de las cosas, si es que tal existe.
Accedí a salir a pista. Danzando, sin pisarla los pies. Entre pasos contradictorios trate de apaciguarla hablándola amable pero implacable.
Mientras respondía a sus preguntas ásperas, sus ojos me devolvían de nuevo las estrofas de aquel tema de La Mode, diciéndome por lo bajo, “la soledad envuelve a aquella chica, que está en la barra medio tirada, pendiente sólo de su pensamiento que el diablo sabe en dónde está” … Como en la canción, aunque no se notara por su expresión, ella era en realidad un osito de peluche abandonado en busca de identidad y de alguien que la cuide.
Poco a poco entre preguntas y respuestas la situación se tornó en conversación, que no es hablarse solo, sino escucharnos los dos.
Se sentó junto a mí e incluso puse mi mano encima de la suya. Asombroso, no me mordió ¿Amigos para siempre? Quién sabe.
La tensión inicial se le había transfigurado en semblante sereno y bello de veras. Intercambiamos alguna historia personal y, cuando nos despedimos, contemplé en su rostro el gesto de agradecimiento de un alma noble que, buscando reforzar voluntariosamente una crispación inducida por aquellos que difunden odios encubiertos bajo dogmas caricaturescos y estrafalarios, ha encontrado sin embargo una brizna de aliento donde no esperaba.
Quién dijo que la política es tarea estéril.
En definitiva, nuestra misión de aquella jornada estaba en parte cumplida.
No hay tiempo perdido, se trata de cuidar y cuidarte de lo tuyo, lo suyo, lo de todos, con propuestas sensatas, sencillas y posibles hacia un futuro de esperanza, hoy quebrada.
A lo mejor, ojalá, algún día Ella, algodonosa fierecilla, también lo comparta junto a nosotros.
BOLA EXTRA