TRANS RACIALIDAD ¿LA OLA QUE VIENE?

F. Garrido • 12 de enero de 2022

TRANS RACIALIDAD ¿LA OLA QUE VIENE?

© Fernando Garrido, 12, I, 2022


Rebajas, rebajas, y más rebajas. Todos hemos sufrido desde 2019 alguna rebaja significativa, sea en nuestra economía, familia, amistades, salud, confianza en el futuro, o rebajas en cualquier expectativa que se tuviese previamente al gran ataque chino contra nuestras vidas. Pero lo que toca ahora, olvidando por el momento a los co-chinos&co., a omicron o a la próxima variante que se nos viene y las consiguientes medidas de terrorismo sanitario, son la búsqueda de gangas textiles y calzado.

Los precios en rojo sobre el negro original son noticia, deseo y codicia en la vida cotidiana de la cuesta de enero entre pitos, peceerres y gaitas castellano leonesas.

Como la hojarasca, siguiendo el ciclo estacional, la moda se cae, se rebaja, se salda, se amortiza y renueva para volver a empezar con el avance de la próxima temporada. Hasta aquí, lo habitual de la mercadotecnia del prêt-à-porter democrático, todo según el vaivén cronológico establecido: Black Friday, Santa Claus, Reyes Magos y finalmente las espectaculares Rebajas de Enero. Pero entre medias del ritual festivo consumista, encuentro algo chocante que me invita a reflexionar. Me explicaré ahora mismo.

 

Brujuleando por internet, haciendo zapping televisivo, o a pie de calle, de paseo mirando los escaparates y comercios de las firmas de ropa habituales, me he encontrado con una sobreabundancia de publicidad gráfica que emplea modelos de raza negra para publicitar las propuestas y diseños de moda masculina.

 

Me sorprende el hecho por una parte y de otra me preocupa, sobre todo por el tufo a imposición ideológica de cuotas discriminatorias. Hedor que ahora parece extenderse a la raza.

Me sorprende además que las cadenas del textil dirijan su publicidad a un público de piel color hormiga que representará, en el mejor de los casos, un uno por ciento de la población masculina en España.


Sorprende porque se antoja difícil que el varón de caucásica estirpe -o sea la mayoría de cuantos aquí vivimos-, se sienta seducido por un look cuyo estilismo ha sido creado para resaltar y potenciar los rasgos taxonómicos, el color y la anatomía del tipo humano africano etiopeo.

 

Ojo, esto no es racismo, vaya usted a la mierda, es simplemente el reconocerse en una realidad antropológica por la cual nos identificamos con el biotipo que, por nacimiento, nos ha correspondido. A partir de lo cual se deducen una serie de pautas y preferencias estéticas, determinadas por diferencias evidentes, que primeramente tienen acomodo en el sentido común estético y la experiencia sensitiva, pero también su proyección en datos sociológicos, estadísticos o demográficos.


Sí, sí, ya sabemos que todos tienen derecho a ser representados, sin discriminación de raza, credo, sexo, etcétera. Ya reivindicaba esto mismo – por cierto maravillosamente bien- el negrito hispano cubano Antonio Machín con sus “Angelitos Negros”.


Vale, pero sospecho que esto va de otra cosa muy distinta: de obligarnos a vivir instalados en otra ficción, llevados de las imposiciones de la corrección política y antinatural, como bisturí para la cirugía social de cuño totalitario.


No seamos majaderos, si uno tiene la piel blanca, el pelo más bien liso y en la gama de marrones o castaños, mejillas rosadas, cabeza subglobular y cara más o menos ovalada, su modelo o prototipo a la hora de vestir, como en otras tantas cuestiones culturales, será el propio.

El espejo donde mirarse será el mismo en que lo hace Brad Pitt, DiCaprio o G. Clooney, y no en el de Eddie Murphy, Jackie Chan, Moctezuma, Gengis Kan o Gandhi. Esto otro sería un cómico disparate.

Recordemos cómo se murmuraba de Michael Jackson por blanquearse la piel y retocarse el rostro hasta parecer el pálido cadáver de Lenin; y así de mal que acabó su thriller…


Pero cabe preguntarse, qué hay detrás del espíritu mercadotécnico de esas empresas que emplean elevados presupuestos en una publicidad enfocada, no al gran espectro de posibles compradores como sería lógico, no al gran público, sino a un escuálido grupo muy dispar y de dudosa fidelización a esas compañías de moda. 

Me pregunto ¿No será que desde el mundo de la moda se esté haciendo la avanzadilla subrogada del próximo invento progresista de guerracivilismo racial y cultural?

¿Será la nueva tendencia por la cual se nos seducirá para que enegruzcamos hormonalmente nuestra piel, ensortijemos nuestro cabello y exageremos quirúrgicamente el morramen para convertirnos voluntariamente otra cosa?, ya que se proclama que es urgente reinventar, reciclar y reeducar al varón blanco heterosexual, por ser pecador universal y de alta gama.

 

Sigo preguntando ¿Se legislará a no tardar a propósito de la elección o preferencia racial, para que que cada cual pueda decidir su etnia con independencia de su realidad biológica, tal como ya sucede respecto al sexo? ¿Se inventará un catálogo de opciones raciales a la carta, y de paso incluir fenotipos fantasiosos como por ejemplo el ario catalán, vascongado, cartaginés…?  

Y anoto otra cuestión ¿Aun siendo más rostro pálido que una rústica pared de cal y teniendo ochocientos apellidos castellanos, pero sintiéndose uno negro y además gallego de Argentina, podrá alegar racismo cuando por ejemplo lo despidan del trabajo por absentismo? Y al tiempo ¿podrá optar a múltiples pagas o ayudas por ser miembro de una minoría en supuesto riesgo de exclusión?

Subo la apuesta al doble o nada: ¿Y si además de todo eso, el gachó, con más vello en pecho que un orangután y más rabo que una rata, dice sentirse mujer o transgenero, con lo cual su palabra ante un tribunal vale el doble o más?

La caja registradora del sentimentalismo volitivo no para de hacer clin, clin, clin. Siempre, invariablemente a costa de expropiar el patrimonio material y espiritual ajeno.

Apúntenlo porque no es broma. Aspectos así de extravagantes se están legislando y subvencionando ahora mismo en este disparatado reino Jauja de garzones, oteguis y rufianes, donde los pájaros disparan a las escopetas y se matan las moscas con plumas o a cañonazos; donde, por ejemplo, se reconoce a un sindicato de manteros, aunque la actividad sea furtiva e ilegal.


Tengo la impresión de que esto, que bien se podrá llamarse “trasracialidad” formará parte de una emergente lucha de clases, diseñada en las logias sombrías del poder y dentro de las agendas mafiosas del pansocialismo comunista y transoceánico, para justificar la necesidad de reconstruir con piezas de deguace la figura del Hombre que consideran averiado, porque no se adapta a sus propósitos de planificación y control absolutos.

Una vuelta de tuerca que vendrá a sumarse al resto de resortes puestos ya en marcha para la desestabilización civilizatoria, dirigida hacia al Gran Reseteo de la humanidad y el ocaso del individuo libre.

 

Intuyo también, como altamente probable que el próximo Papa de la Santa, Católica, Apostólica y Romana será, por acuerdo tras bambalinas, su Negra Santidad. Y quizás, de ahí para abajo, una pléyade de Otelos que gobernarán reinos temporales de atomizados súbditos torrefactos…

Quién sabe, dentro de cien años, ¿todos negros?

“Black is black”, lo negro está más negro; “bad is bad”, lo malo está aún peor. “oh oh, what can I do? 'Cause I-I-I-I-I I'm feelin' blue”...


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