VIERNES NEGRO
© Fernando Garrido, 20, X, 2023
A estas horas las ciudades europeas padecen alerta máxima ante el “viernes negro” anunciado por la yihad islámica, en venganza por la respuesta de Israel a la matanza terrorista en su territorio la semana pasada.
En realidad, la amenaza y el terror está entre nosotros, en Europa, desde hace mucho tiempo.
Mientras esto sucede, en la UE algunos de los amenazados se manifiestan en favor de los asesinos, expresando al tiempo su odio al judío e injuriando de “asesino” al estado democrático de Israel por ejercer su legítimo derecho a la defensa propia. Lo insólito es que esas gentes consideran y tachan de fascistas a quienes no comparten su visión del mundo.
Pero que se sepa, nuestro mundo no padece la amenaza israelí ni existen judíos dando cuchilladas ni estallándose en centros comerciales, como tampoco tenemos a ilegales semitas ni, en España, la estirpe de David conspira en las sinagogas para conquistar un ensoñado Sefarad.
Sin embargo, nuestra sociedad sí sufre ya miles de víctimas asesinadas por el terror islámico. Tenemos en nuestras ciudades guetos infranqueables de población musulmana que consumen recursos públicos sin esfuerzo contributivo, pero que no aceptan nuestro modo de vida, sometiendo a sus vecinos, mujeres y niños a los rigores del fundamentalismo, al tiempo que escuchamos discursos que instan a la derrota violenta del infiel que, en España, se corresponde con la intención de recuperar ese Al Ándalus invadido hace mil trescientos años.
A propósito de esto, desde hace varias décadas, algunos libres pensadores “heterodoxos” nos advierten -ciertamente con escaso éxito-, de que la idea de Europa murió en Auschwitz, porque no se quiso comprender el fondo del genocidio ni cauterizar el destrozo.
Aquellos judíos masacrados también éramos nosotros –cristianos, agnósticos o ateos- porque eran nativos europeos, hablaban las lenguas de cuño indoeuropeo y compartían la misma cultura clásica occidental y moral judeocristiana.
Núremberg, Naciones Unidas y demás dispositivos de guerra y paz quisieron curar la amputación del miembro con esparadrapos, sin querer entender la verdadera dimensión del horror, que continua ahí porque, entonces como ahora, aquellos que vinieron a aplicar la solución en realidad eran orgánica parte de un problema penetrado por las ideologías socialistas que, precisamente, vehicularon el segundo cataclismo Mundial, las réplicas que vinieron después, las de ahora y las aún por llegar.
El llamado “mundo democrático” continúa infectado más que nunca.
Y sobre aquel genocidio de judíos en suelo europeo avanza hoy la gangrena islámica que, ahora en el siglo XXI, cobra dimensión de auténtica invasión y amenaza de muerte civilizatoria para Occidente.
Una invasión saludada e instrumentalizada por hordas de izquierda que se alzan en favor del estado de terror palestino, y también por organizaciones que les alientan o se muestran, con farisea tibieza, equidistantes, justificando burkas, bombas y machetes, porque no ignoran, aunque no quieren saber las implacables prescripciones coránicas, incompatibles con los derechos humanos y conquista de libertades.
Auschwitz y sucursales fueron un genocidio gestado en mentes nacional socialistas en su eterno propósito de igualar, sin libertad, al ser humano bajo una misma imagen y semejanza.
Europa se dejó exterminar a seis millones de judíos y, en inversa penitencia, abre sus puertas a decenas de millones de musulmanes para su viernes negro permanente.
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