© Fernando Garrido, 8, X, 2023
“Generosidad”, “concordia”, “derecho al olvido”, “amnistía” … ¡Qué bellas palabras! Y sobre todo ¡Cuán delicioso es el reino de las buenas intenciones!, si con expresarlas bastara para justificar cualquier cosa.
He ahí siempre al bienintencionado ser “progresista” que, no olvidemos, sólo tolera juicios valorativos sobre sus -mal fundadas y supuestas- buenas intenciones, pero nunca en el ámbito facticio y causal, es decir, fuera del análisis crítico racional y de toda lógica proposicional.
He de aclarar, porque es novedad, que ese llamado “progresismo” ahora en España engloba a la izquierda toda, sea comunista, jesuita, anarquista, terrorista…; así como a la derecha más recalcitrante, la racista, egoísta y supremacista, a la burguesía de las nueces y la comunión tradicionalista -Dios y viejas leyes-, junto a las élites arribistas € woke and € next generation.
A todo ese batiburrillo de entes agendados a diestras y siniestras les escuchamos, cada día a todas horas, repetir esas celebradas palabras, encubriendo con grandilocuencia buenista el espurio proceso para el cambiazo de régimen que nos tienen preparado desde Waterloo.
Da verdadero pavor ponerse ante la televisión, la radio u ojear ciertos diarios y contemplar a esa raza perruna de politiquillos, periodistas, opinadores y expertólogos, haciendo suyo cualquier argumento evacuado por el gobierno SNCHZ, apelando al apaciguamiento de los insurrectos. Una mara de mercenarios ganapanes que justificarían cualquier desmadre, incluso el asesinato del “hereje”, con tal de que el sanchismo -que les ceba- se lo ordene.
A propósito, ayer, mi venerable padre –que es políglota- me enviaba una reflexión de carácter lingüístico, decía:
“Antes de cada «culo» hay una tilde: artículo, espectáculo, tabernáculo… Sin embargo el «lameculos» no, porque se acentúa con el tiempo”.
Yo añadiría que también con el hambre...
Así parece ser, porque en esta Babel de pinganillos las lenguas sucias crecen, tanto en castellano chapurreado como en bable, gallego, baturro-aragonés, valenciano, mallorquín, cheli, silvo, caló, germanías, vascuence o catalán, que solícitas repiten, en un marco conceptual falseado, el léxico y argumentario golpista con fórmulas más o menos imaginativas.
“generosidad”, “concordia”, “amnistía”, son las fichas marcadas de un juego de suma cero por el cual lo que ellos ganan siempre lo que pierde el resto, aunque vengan con ese cuento chino –o venezolano- de que con el progresismo ganamos derechos…
Será, sí, como ese “derecho al olvido” recién acuñado, referido a los gravísimos acontecimientos violentos sucedidos contra las instituciones y en las calles de Cataluña desde 2013.
Derecho que, efectivamente, significa contraer un “alzhéimer de estado” aplicando una amnistía en que los golpistas no quieren ser perdonados, porque lo no necesitan.
Pues la amnistía no es perdón, sino explicito e implícito reconocimiento de no existir delito. Por tanto, es el estado amnistiador el que ha de ser perdonado por todos aquellos que, ya “legítimamente”, pusieron en jaque al Estado español y en consecuencia pueden repetirlo.
A partir de ahí habrá nuevas interpretaciones a la carta del estatuto constitucional que, subvirtiendo los procedimientos legales, dé cabida –entre otras- a la secesión de Cataluña y Vascongadas.
Es más, permitirá la posibilidad de que esas regiones, una vez proclamadas repúblicas, se anexionen otros territorios considerados bajo los “ensoñadores” conceptos de Països Catalans o Euskal Herria.
Porque el deseo separatista no será perfecto aun separándose si no es licuando con humillación la otrora sólida estructura de la nación española -primer estado moderno de Europa- para dar lugar a un ente estatal líquido, desparramado, sin diques formales, ni recipiente contenedor.
Será, eso sí, de tal forma que el resto sea dependiente –que en parte ya lo es- del territorio independizado, y quede subyugado a financiar moral y económicamente la emancipación justificada en la generosísima concordia.
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BOLA EXTRA