CARTÓN, PIEDRA Y BRONCE
CARTÓN, PIEDRA Y BRONCE
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© Fernando Garrido, 14, IX, 2025
No entiendo, admiro ni comparto el esfuerzo y expectación que pueda causar la fachada jibarizada en cartón de una catedral, cuando el ejemplar histórico y auténtico de piedra se encuentra a tan sólo a 500 metros de la efímera y prosaica copia.
Me refiero, cómo no, a la innecesaria maqueta de paquetería que se ha instalado frente al museo de la Evolución Humana de Burgos. ¿Para qué? Rey, rey, soy torpe y no lo sé… No logro adivinar el abracadabrante dilema: ¿Será una muestra pedagógica de reciclaje, o tal vez la reivindicativa soberbia del sindicato de repartidores unidos de Glovo y Amazon? O quizás un sobrio ninot monocromo en versión castellana, no para que arda, ¡Dios nos libre! que ya hemos tenido suficiente en agosto, sino para que colapse reblandecido bajo las próximas lluvias como hortelana ofrenda propiciatoria a la Virgen de la Cueva.

No lo sé. Pero sí puedo afirmar y con amplio conocimiento de causa que la verdadera fachada de Santa María, sita en la pintoresca y maravillosa plaza del mismo nombre, es apenas frecuentada por los burgaleses, no siendo de paso, a misa o a eventos festivos y nupciales. Así que, dicho lo cual, me inclino a pensar que más bien será por aquello de Mahoma y la montaña, que si no se corre esta (con perdón), él se viene (nuevamente perdón) sobre ella, o viceversa.

Mientras tanto, las puertas de bronce creadas por Antonio López, destinadas a enriquecer precisamente esa tan a menudo ignorada pero principal portada catedralicia, sigue a la espera de hacerse realidad. Porque un día, cuatro petardos con ínfulas de trueno montaron un espantoso Cristo contra la triple pieza escultórica. Probablemente la obra más significativa de los últimos cien años para Burgos, firmada por uno de los artistas españoles contemporáneos vivos más importantes y mundialmente reconocido.

Este dilema opcional entre el noble bronce y el cartón vulgar, remedo de “plata o plomo”, dice mucho de la percepción y preferencias distorsionadas de la cultura que nos emboban y embargan entre trampantojos placebo, para sanar el horror vacui inducido que padece esta sociedad, llamada al ocio bajo patrocinios de leso populismo con que se suele desplegar hoy el despilfarro redistributivo para el vulgo, instalado en un permanente y superfluo no saber qué hacer de nuevo, viejo.
