CHE SARÀ, SARÀ

F. Garrido • 23 de julio de 2023

CHE SARÀ, SARÀ

© Fernando Garrido, 23, VII, 2023

 

Imaginémoslo ahora mismo, como es habitual, en casa fregando la vajilla según dice. Él en realidad se llama Pedro, aunque algunos lo llaman Perro, otros Antonio y cosas aún peores bien merecidas.

Imaginémosla también a ella, en este preciso momento, planchando sus trapitos como de costumbre, según cuenta, mientras su chacha se pinta las uñas viendo una telenovela. Se llama Yoli, dicen que fue morena, la marimorena, algunos la llaman “Pasionaria rubia”, otros “la Sumando espero” ...

Ahora imaginemos a los dos actores en la gran pantalla, un musical, cada cual en su casa mientras desempeñan su quehacer doméstico, tarareando por ejemplo esta canción:

“¿Qué pasará? ¿Qué misterio habrá? Puede ser mi gran noche, y al despertar ya mi vida sabrá algo que no conoce.

O tal vez esta otra:

“Che sarà, che sarà, che sarà. Che sarà della mia vita, chi lo sa? So far tutto o forse niente, da domani si vedrà. E sarà, sarà quel che sarà…”




¡Qué será! ¿Qué pasará? ¿De quién será la gran noche? De la Yoli, del Pedro, de ambos.

No se preocupen, dentro de unas horas nos lo dirán las urnas.

En este fin de campaña ellos gritaron airados, con mucha erre violenta, "la remontada", lo cual significa que ya asumían previamente la derrota señalada por la demoscopia no oficial.

Pero no sé. En cualquier caso, creo que el oponente principal, salvo el debate, ha perdido mucho gas enredado en soslayar la cuestión de su necesario y natural pacto con la derecha crítica. Y esa, su diestra escindida, se ha perdido en discursos muy previsibles sin encandilar ni ganarse un espectro más amplio de electores y, además, reñir con el comunicador (F. J.) que les ha apoyado con más adhesión y vehemencia los últimos años.

Es lo que tienen las derechas, un déficit endémico de eficacia en su estrategia de comunicación y algunos brotes de desprecio hacia los suyos. Bien lo sabemos algunos.

No sé qué será al final de este día, ni quién ni quiénes habrán de entonar –y ahí lo dejo- las estrofas más amargas de aquella canción:

“Y sin hablar nuestros pasos se irán a buscar otra puerta. Olvidaré la tristeza y el mal y las penas del mundo y escucharé los violines cantar en la noche, sin rumbo…”


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