EL CIGÜEÑAL LEVANTINO

F. Garrido • 10 de noviembre de 2024

EL CIGÜEÑAL LEVANTINO


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© Fernando Garrido, 10, XI, 2024


Si alguien es tan ingenuo aún para creer que a los bebés los trae la cigüeña, quizás todavía pensará que la izquierda trae la solución a cada problema, o también prefiera no saber que, tal como la cigüeña, bajo su níveo plumaje blanco esconde una fea pulsión y naturaleza carroñera.

Ayer en Valencia se escenificó en una manifa, de todo punto innecesaria, buena muestra de lo que desde el mismo día de la trágica riada venían diseñando en los gabinetes pro crisis ministeriales, con ese arte mayor propio del mester de progresía, que consiste en glosar elegías de la desgracia humana y el desastre meteorológico para hacer negocio político y económico de ello.

Nunca la solución estuvo do mora el problema o, peor aún, el problema es precisamente situarlo en donde no reside para no molestarlo, a fin de permitir que siga en marcha su industrioso horror y pesadilla, cuya solución pasa por el advenimiento de un nuevo orden o gilicracia donde el duopolio problema-solución se perpetúa y acrecienta.

Así, en esta crisis levantina, la exculpación culpa en última instancia al Hombre, y en primera a su estrato liberal, por pertenecer a esa clase de hombres lobos para el Hombre, depravados, negacionistas y enemigos siempre de la naturaleza.

Amanece pues, que las eras como los ciclos del clima se han sucedido en los miles de millones de años desde que existe vida en el Planeta. Algunos de ellos trágicos para las especies que lo habitan, de entre las cuales el ser humano ha advenido, exagerando una barbaridad, en su último segundo. Periodo en que ha habido ciclos históricos, así como cambios de clima cuyo registro apenas existe por la ausencia o deficiencia de una ciencia dedicada a su medición sistemática y estudio comparativo.

Mas, en el caso de la historia, cuyo objeto de estudio es el propio hombre, ahora por primera vez, en los miles de millones de años del Planeta, es la recién advenediza humanidad culpable del clima y poseedora de la climatología. Es decir, un presuntuoso y soberbio Prometeo que ha expoliado a la diosa naturaleza su potencia irresistible e incontrolables fuerzas aún desconocidas que movían el Universo.


Pero si alguien es tan volterianamente Cándido que cree en la natural ciencia, inocencia y beneficencia de la siniestra, es decir, del socialismo fascista y comunista, radicales siempre y antisistema también, es lógico que odien a la civilización y los ciclos de la historia que les señala causantes de los mayores holocaustos, esclavitudes, hambrunas y desgracias humanas en la Era Contemporánea.

Esa nueva mitología ilustrada dice basarse en una ciencia unánime, monolítica, resuelta y acabada, poseída en exclusividad por iniciados que explican lo que nuestro conocimiento no alcanzaba.

Pero ni es unánime, ni es ciencia rigurosa, sino la tesis de científicos que trabajan, gracias a su prejuiciosa adscripción a la teoría antropogénica, con grandes presupuestos, para obtener resultados induciendo datos parciales en el sentido que pretenden.

En fin, detrás de cada enemigo de lesa humanidad siempre ha habido científicos y propagandistas para llenar sacos de ingenuos crédulos de su buena nueva. Que lo es, sí, para un colosal negocio. La ocasión está ahora en Valencia. Ya lo rondan las cigüeñas del cigüeñal político, para convertir el dividendo de desgracias ajenas en su fortuna circular, y viceversa.




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