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F. Garrido • 30 de octubre de 2025

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© Fernando Garrido, 30, X, 2025

 

Comentar las sesiones de control al Gobierno de los miércoles es un referir “manzanas traigo” y un “váyase señor González Feijoo”, de un ejecutivo agresivo que no responde con argumentos sino con violencia mendaz, porque el parlamento ya no es sitio ni la constitución su espacio, y la decencia menos, porque nunca toca. “Hoy no es el día” recitaron todos, según les escriben los espíritus del solsticio invernal futuro desde Moncloa, al servicio del autócrata para epitafiar la democracia setentera.

Con todo, me llama la atención una imagen servida por la agencia EFE, tomada durante la intervención de Sara Aagesen, vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, uf... No, no, ella no es una viuda de luto, tiene esposo, que fue noticia por una sociedad fantasma, cómo no, domiciliada en la casa conyugal, por cierto, valorada en más de un millón de euros, cifra parecida a las ayudas que ha recibido, by the face, del tesoro de la nación.

Pues bien, la foto de la Aagesen, podría ser la de un anuncio cercano a halloween, que recuerda a la cómicamente siniestra Morticia Addams o, sin ir tan lejos, a la estética de los Zapatero fámily en aquella célebre foto con Obama junto a sus grotescas rapazas gore, de anchos ultra cuerpos revestidos con sotanas negras en la Casa Blanca.


Así, Sara Aagesen, química de formación, sin actividad conocida fuera de la esfera política, no se sabe si en la imagen nos quiere transmitir un luto impostado e indicar, contemporáneamente, cómo de gordos y pesados los tiene su jefe, aunque la expresión del rostro denota cierta resignación, tal vez por tener que disfrazarse de plañidera a la antigua, porque eso es lo que tocaba para no responder a las demandas de la oposición por los delitos del pedrismo que, con los muertos aún en las calles, el día después de la tragedia no le dolía nada, ni tan mal, para asaltar la televisión pública desde dónde propagar su enfermedad moral a la sociedad. Ayer tocó el funeral laico, nominalmente insólito, arreglado para eludir responsabilidades como si España fuese ya, por adelantado, esa nación de pueblos y naciones sin estado que, si nadie lo remedia, será.



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