LA ÍNSULA DEL DINOSAURIO
© Fernando Garrido, 2, XII, 2023
Actualmente para el manual del nuevo saurio marxista, el áspero concepto jurásico “dictadura del proletariado no mola, pero la palabra democracia mola mucho”.
Más o menos así lo expresó un conocido líder -con rabo piloso en la nuca- que fue del 15-M la sirena cantamañanas avenida a más, disfrazada de “nueva política” para sustituir a la casta senatorial por otra tribu de pijos parias, redichos y científicamente majaderos.
SNCHZ, no muy distinto a esos, pero vestidito de tergal y más enfermo aún de sí mismo, llegó y encontró la ocasión pintada que vieron los tiempos. En latín: “veni, vidi, vici”.
Y Pedro, que no es socialista ni es nada, pero puede ser cualquier cosa, se montó sobre la chepa frapera de Pablo para luego repudiarlo subido a lomos de una vice burra rubicana (“trés Jolie”), sobre la que ahora cruza, iracundo, el Rubicón pasando por Waterloo.
A partir de entonces, no se le ha ido de la boca otra cosa que esa molona palabra, a la que añade con júbilo el cognomen “avanzada” o “progresista” adjuntando otras monsergas bonitas como, dialogo, concordia, reconciliación, convivencia…
Palabras recalcitrantes que, sinsentido concreto, coloca junto a la rosquilla 2030 para escamotear impudicias enjuagadas en oceánicas trolas mesiánicas.
Pronunciar democracia o progreso, como cualquier otra palabra, sale barato y no compromete que aquello a lo cual se aplica responda fiel o teóricamente a una forma de gobierno o prosperidad, ni tampoco que se sobrentienda su cabal significado.
De hecho, ya se sabe que, presumiendo con insistencia de ser esto o lo otro, es casi siempre síntoma inequívoco de carecerlo en efectivo. Escuchen sino a SNCHZ y lo entenderán en grado superlativo.
Pues resulta ser proverbial que para él la mentira es su mejor arma política (prácticamente no tiene otra), y que en cualquier batalla que da, la primera víctima mortal de necesidad es la verdad y la palabra dada.
Otro ejemplo a propósito de infamia nominal, fue aquella aporética República Democrática Alemana, del este y comunista. Su muro afortunadamente cayó, no sin antes haber sido el cadalso de cientos de alemanes que pretendieron escapar del horror “democrático”.
Por eso resulta harto curioso que un cuarto de siglo después se alce en España un muro ideológico (sanchológico) para encastillar a la democracia en mazmorras socialistas, nacionalistas e independentistas, contra la maldad de aquellos electores que no lo son, al amparo del sufragio universal y democrático.
Es insólito, sí, aunque tan barato sale que, ahora el comunismo tras la impunidad ensayada en sus barbaries inhumanas durante los siglos XX y XXI, se arroga junto al socialismo o paradoja social-demócrata, el prodigioso calificativo, y más aún de ser los únicos y auténticos demócratas, excluyendo a todo lo que esté de otro lado.
Entonces, qué hacer si han arramblado con la molona palabra. Supongo que debemos defendernos de esa su democracia avanzada progresista e ir pensando en pasarnos quizás a predicar una dictadura de la libertad o del ciudadano independiente o qué sé yo.
Porque literalmente ese otro dictado “democrático”, según su barbado teólogo K. Marx “se puede reducir a una oración: abolir toda propiedad privada”. Y, en consecuencia, la libertad.
Es más, “El socialismo y el comunismo son las dos fases, los dos grados en el desarrollo de la sociedad comunista”. Esto nos lo dicen con emotiva sinceridad M. Rosental y P. Iudin, en su comprometido glosario de la gran causa liberticida (Diccionario Filosófico Marxista,1940) *.
Si ellos nos lo cuentan, nada más cierto ni añadiendo que “el socialismo es la fase primera e inferior en la que la propiedad privada sobre los medios de producción queda suprimida” (íbid.).
Esa fase está aquí de hoz y coz. No es de extrañar que aquellos aparatos productivos, económicos o financieros que pueden, salgan pitando de esta embrionaria ínsula socialcomunista de última generación que es hoy España, cuyo gobierno marxista hace en consecuencia lo que debe de hacer con arreglo a su credo, es decir, liquidar las instituciones, controles y frenos (democráticos) que les impidan aplicar su impronunciable dictadura autocrática y de partido único.
Esto del socialismo es como el timo de la estampita. Todo el mundo conoce la vieja estafa, pero, caray, siempre hay ilustrados o plebeyos que la pringan y después callan su vergüenza, porque queriendo aprovecharse, sin embargo y por eso mismo, resultan trasquilados.
Legiones clientelares de premiados, asalariados, colocados, subvencionados, subsidiados o pensionados, se verán en ese brete y a la postre más pródigos que nunca para siempre. Porque cuando la democrática lluvia dorada se acaba, el dinosaurio comunista seguirá ahí.
* Rosental, M. y Iudin, P., Diccionario filosófico marxista (1940), traducción del original ruso por M. B. Dalmacio, Montevideo, 1946, Ed. Pueblos Unidos, p. 282.