PATRIMONIO DIOCESANO BURGALÉS AD VERSUS ET INVERSUS

F, Garrido • 30 de agosto de 2024

PATRIMONIO DIOCESANO BURGALÉS

AD VERSUS ET INVERSUS



© Fernando Garrido, 30, VIII, 2024


Son ya cerca de las siete después del meridiano. De paseo por el centro histórico de Burgos llego a la castiza y jacobea calle de San Gil. Me encuentro delante de la escalinata que conduce a la antiquísima iglesia del mismo nombre.

Hoy, martes tarde, la visita al patrimonio diocesano de Burgos es gratuita. Subo la empinada escalera y entro al templo con la intención de contemplar de nuevo la obra de uno de mis imagineros y retablistas predilectos: el burgalés hispano-flamenco Gil de Siloé (c.1440-50 – 1501).



No podía ser de otro modo que este singular artista no hubiese trabajado para esta parroquia, precisamente bajo advocación de su santo homónimo, San Gil Abad.

Así fue. Aquí dejó el maestro un magnifico retablo que está instalado y da nombre a la capilla de Nuestra Señora de la Buena Mañana, la misma para la que se creó a expensas de dos importantes familias burgalesas frisando ya el final del siglo XV. Como curiosidad, está documentado que Santa Teresa de Ávila frecuentaba la capilla para rezar frente al retablo.



Quedan pocos minutos para el cierre. Estoy solo. La capilla se sitúa junto al flanco del evangelio del altar mayor. Me dirijo rápidamente hacia allá con la emoción del reencuentro con las tallas, formas arquitectónicas, decoraciones y policromías creadas en el taller de Siloé.

Pero ¡Horror! De repente me topo con una fantasmal y gótica aparición en el sentido más dramático y espeluznante de la palabra.

Menos mal que antes de escapar corriendo o desplomarme, compruebo que en realidad se trata de una congregación de maniquíes sin rostro, vestidos a la antigua.



¡Qué susto! Me tranquilizo, pero no logro comprender qué hacen ni a qué propósito responden esa suerte de estafermos colocados delante del bello retablo. Por fin, encuentro esparcido algún cartel que lo explica. Se trata de una recreación de la celebración litúrgica gregoriana en época de la fundación de la capilla.



Pasado el mal trago, me pongo mi traje de técnico en Patrimonio*, analizo, reflexiono y concluyo que, a simple vista, este no es lugar apropiado para tal performance, porque el retablo de Siloé posee la suficiente entidad, sea artística o espiritual, como para expresarse por sí solo antes que con la mediación de elementos perturbadores que, por otra parte, responden mal y confusamente a la información que al parecer deben transmitir.



Aun siendo verdad que ciertos dispositivos con función educativa y de divulgación cultural o -como en este caso- de la fe, son un valor añadible al objeto u obra de arte para su mejor lectura y correcta comprensión, no es menos cierto y protocolario que dichos recursos han de ser proporcionados, neutros y que no estorben ni se erijan en protagonistas de un espacio sacro que, como este, ha sido musealizado fuera del horario de culto.



Personalmente, tengo la impresión de que se ha pretendido mostrar con fórceps esa antigua celebración eucarística ad orientem versus preconciliar (pre Vaticano II), en reivindicación tal vez de una renovadora espiritualidad posicional de toda la asamblea eucarística hacia Dios (Deus versus), pero de manera harto aparatosa e histriónica, donde lo esencial -sin entrar a valorar su adecuación y pertinencia espiritual- queda desdibujado a cuenta de epatar al visitante espectador con fantasmagorías a escala real de mala factura, escaso rigor histórico y peor gusto.

Siento decirlo así, pero el retablo de Siloé, una de las extraordinarias piezas del templo, no merece tal baldón ni ser mero decorado escénico de opereta para superfluos aderezos litúrgicos de carnestolendas.





*Fernando Garrido es licenciado en Humanidades (historia, letras y filosofía) y técnico superior en gestión e investigación de Patrimonio Histórico por la UCLM.


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