DEMAGOMAGIA

F. Garrido • 4 de septiembre de 2024

DEMAGOMAGIA


© Fernando Garrido, 4, IX, 2024


Siempre tuve entendido, porque así se explicaba y entendía bien, que los impuestos se fijaban con una ratio superior a lo que se pudiera considerar justo como incremento compensatorio y corrector de las operaciones opacas o de “serie B”.

Con ese mecanismo de abuso indiscriminado hacia justos e injustos, más o menos se obtenía la cotización que debería pagar la actividad sumergida. Así, tácitamente, la Hacienda “dejaba hacer” al contribuyente pecador que se conciliaba aceptando que se lo cobraban por otro lado, y el justo pecaba un poquito para resarcirse de la demasía.



Ahora bien, sucede que en las últimas dos décadas el fraude fiscal se ha reducido notabilísimamente debido a las estrictas medidas normativas que se han ido adoptando al respecto y, sobre todo, las potentes herramientas informáticas de que dispone la agencia tributaria para conocer el rastro y procedencia de hasta el último céntimo que circula y dónde te tomas las cañas o con quién te acuestas.

A pesar de ello, aquel elemento -ya obsoleto- corrector y preventivo que se venía aplicando no se ha retraído en absoluto, al contrario, los impuestos se han incrementado hasta alcanzar niveles que sin duda constituyen un auténtico saqueo, expolio y expropiación encubierta. Estamos hablando de una presión fiscal que en su conjunto supera en muchos casos el 60% sobre rentas y actividades económicas, circunstancia que, en conciencia, hace del fraude un acto lícito y corrector en legítima defensa propia frente al Estado ladrón filocomunista.



Porque ahora ese Estado es el auténtico defraudador, que se jacta de no hacer magia, sino de llevárselo para colmarnos de dádivas y derechos.

“No es magia, son tus impuestos”, es el eslogan que, por cierto, lamentablemente, tiene una breve historia vinculada a un servidor.

A saber. Hace algún tiempo publicaba en este mismo foro un artículo titulado “Riqueza mágica; escasez racional” (29/X/2022).

Algunas de las tesis y argumentos que desplegaba en él fueron incorporados al discurso que una diputada de la oposición, economista y portavoz en Cortes, pronunció desde la tribuna de oradores. Ni que decir tiene que ella era conocida mía y contaba con aprobación para ello. Aquella su brillante intervención suscito quemaduras en el bloque ultramontano sociocomunista de gobierno. A partir de ahí -suponemos- el establo de asesores gubernamentales tiró de la vieja táctica al hacer de la debilidad virtud, pariendo el mágico eslogan.



¡Claro, qué parida! No es magia lo que se fuman y expolian, sino la corrupción política, intelectual y económica que ocultan. O sea, la parte del león que se queda el Mago chanchullero y su academia de brujos y nigromantes en el arte de la demagomagia, por la cual nos prometen una especie de pulserita vacacional con “todo incluido” a cuenta de que esos otros, la oposición inhumana y fangosa, no llegue al poder porque acabaran con la pluviosidad de millones y voluptuosidad de derechos para todas y todos, para el legal y el ilegal, para el delincuente y el paciente, para chuchos, gatos, geranios y alcornoques.

Sí, maravilloso. Sujetadme la birra y al perro, que voy; decidme ¿Dónde está esa ventanilla de los mil y un derechos y regalías tutti frutti?



El último prodigio del Mago consiste en conceder el derecho privativo a la Cataluña golpista y odiadora a decidir y quedarse con toda la pasta propia y ajena, pero sin embargo la magia hará que el resto de España goce igualmente de más y de lo mejor.


¿Eso, cómo se hace, vice Chiqui? Dime, tunanta romaní, miserable, fulera carterista del embeleco con la ramita de romero.

Y ¿qué me dices víbora, Meiga vicetiple, de ese derecho a “trabajar menos” o nada para cobrar lo mismo o aún más y “vivir mejor”? ¿No será cosa de la magia potagia?

Entonces ¿Hará el trabajador como que trabaja y la empresa como que le paga? Y, profundizando la ficción, ¿hace o hará el Estado como que te da y el contribuyente, idiota, como que recibe?


Recuerdo que un afamado torero un día contestó a ciertas críticas diciendo “yo no sé hacer como que hago”. Pero a diferencia de aquel honrado matador, creo que al frente de este país hay demasiado impostor, sobre todo uno, el Mago, actuando como que hace, pero haciendo siempre lo que no dice.


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