ENÉSIMA CRÓNICA ESPOLONTINA
ENÉSIMA CRÓNICA ESPOLONTINA
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© Fernando Garrido, 7, VIII, 2025
Ni una semana ha permanecido el Espolón libre del incesante hostigamiento y estrés al que con carácter de discontinua perpetuidad se le somete sin tregua ni descanso. Tanto es así que pareciese que en Burgos no exista otro lugar donde instalar jaimas, contenedores, merenderos, vallas, andamiajes, tablaos y cualquier otro tenderete que lo convierta en un lugar impracticable para su genuina y verdadera función: la de ser un amable paseo. El Paseo burgalés por antonomasia.
Esa es, o al menos era su función y denominación, pues ahora desde algunas instancias es nombrado “salón Marceliano Santamaría”, por aquello de que existe allí, entre el vario estatuario, un busto del desaparecido artista plástico burgalés, al que en algún momento se le dedicó este espacio. No veo razón justificada para que por ese hecho hurten su emblemático e histórico nombre al Paseo del Espolón. Aunque en esto, como en lo demás, la perversión de todo orden que preside nuestros tiempos pretende, también aquí, borrar a las cosas su nombre, quebrando su preciosa alma y dignidad tradicional.

Pues hoy la patología del terror al vacío (horror vacui) que padecen nuestros ediles, y en general todos los políticos, debido a su inconfesable pero manifiesta incapacidad y torpeza para hacer lo correcto, les obliga a usar del placebo populachero que consiste en llenar todo hueco del calendario, a fin de que no se noten sus carencias y mantener emboscada a la plebesía con el clásico cuento de
pane et circenses,
ad infinitum, donde lo extraordinario y festivo por abundoso pasa a ser mera normalidad.

Mientras lo de veras importante queda oculto bajo el barroco velo de la exageración del fatuo oropel, la recurrencia a lo efímeramente superfluo y el banal frenesí institucionalizado. Proceso que han padecido las sociedades y civilizaciones, otrora poderosas, cuando están a poco tiempo de colapsar. Algo así como la traca final de una Era.

Lo del Espolón es un terrible ejemplo y preludio de la acelerada descomposición en que vivimos. De tal suerte que se subvierte esta significativa y singular pieza urbana de estilo clasicista para el recreo ciudadano, en vulgar lonja o plaza de mercado para impropios eventos comerciales, cantinas trashumantes y algarabías que nada tienen que ver con su noble condición de lugar proyectado para el sencillo y delicioso placer de contemplarlo, disfrutarlo y pasearlo en plenitud, limpio y despejado.


Aunque sea difícil, no perdamos la esperanza de que vuelva a su Ser, pues alguien, desde la hermética guarida recaudatoria llamada ayuntamiento, se ha percatado de la masacre y soez invasión, customización y camperización que sufre nuestro paisaje patrimonial espolontino. Don Fernando Martínez-Acitores, concejal y exvicedealcalde, ha expresado recientemente en sede consistorial la grave situación que un servidor ya viene denunciando hace años, al tiempo que recomendando la urgente y necesaria declaración BIC (bien de interés cultural), que por derecho propio le corresponde, pero que de manera insólita no posee este jardín o paseo histórico, que no puede ni debe de ser otra cosa que lo que acertada y maravillosamente le fue encomendado por nuestros ancestros para perdurar en este, hoy, valle de conjuros populistas y lastimosa perversión de lo bueno, clásico y auténtico.

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