QUE POR MAYO, ERA POR MAYO EL DÍA DE LA TRAICIÓN
© Fernando Garrido, 31, V, 2022
Tengo delante un café y el suplemento de un diario toledano; lo abro y encuentro mil maravillas que me hablan de una región que no conozco. El caso es que al parecer se trata de esto que llaman Castilla-La Mancha, lugar donde creo estar. Hoy, último de mayo, me dicen que es día festivo. No sé por qué, o mejor, no quisiera saberlo porque se trata de celebrar una traición histórica.
Pero tampoco es cuestión de aguar la fiesta a aquellos que, dándoles igual el motivo, les viene bien un día de asueto a estas alturas de mes. Y para que no digan que soy un crítico impenitente e impertinente, en esta ocasión -para empezar- voy a ser propositivo.
¿Qué tal si, motu proprio, los que ni somos ni nos sentimos manchegos, celebrásemos desde ya un Día de Castilla la Nueva?
Proponiendo de nuevo, invito a que tome la bandera de ello algún partido político -estoy pensando en VOX- pues sería una ocasión en positivo para afirmar nuestra identidad castellana frente a la falsa y estúpida mancheguía que nos imponen. Y de paso dar la batalla cultural regeneradora, reivindicando la conciliación ecuménica de Toledo, Madrid, Ciudad Real, Cuenca y Guadalajara para reunirse en su auténtica región histórica y natural.
Sigo proponiendo con una fecha para la celebración, que podría ser tal vez el 25 de mayo, efeméride de la conquista de Castilla la Nueva (entonces reino taifa de Toledo) por Alfonso VI, hace diez siglos. Piensen en ello…
Pero ahora, haciendo memoria a beneficio de aquellos que por ley no necesitan ya estudiar geografía ni historia, ni filosofía ni nada para obtener la suficiencia académica; y también, por qué no, para abrir los ojos este 31 de mayo a los simples de buena fe que hoy celebran el aniversario de una felonía, vengo a decirles que Castilla-La Mancha no es sino un producto bastardo del desmantelamiento de la Nación Española iniciado en 1978 con el troceado autonómico.
Castilla fue sacrificada y desmembrada en el odioso altar de los nacionalismos subversivos.
A la Vieja Castilla le arrancaron sus puertos y viñedos (Cantabria y La Rioja). A la otra Castilla, La Nueva, le extirparon la Villa y Corte (Madrid), y le trasplantaron un muñón (Albacete) para que la pieza disonara con la música que convenía. Unas Castillas que por ser el elemento histórico y moral que vertebró el secular proceso de construcción nacional, fueron objetivos a batir por las fuerzas que niegan y reniegan esa inexorable realidad de la cual, cómo no, ha sacado provecho el latifundismo político del PSOE (partido del socialismo explícito) y el PP (partido del socialismo implícito), que están de acuerdo en esto como en tantas otras cosas.
Debo añadir que, un fenómeno similar se ha producido en Madrid, donde el referente castellano ha ido desaparecido del discurso y el relato histórico, político e institucional y, en consecuencia, de la memoria y conciencia de la sociedad madrileña. Tanto que parece que Madrid, sin pasado, se ha inventado a sí misma de la nada.
Pero la realidad, si bien mitigada por el efecto de la capitalidad, es que Madrid quedó dañada con el reparto autonómico, tanto como el resto de Castilla la Nueva.
Imaginemos por un instante qué seria esta histórica región con la capacidad locomotriz de la Capital, junto a un vastísimo territorio donde desarrollar toda su extraordinaria proyección de crecimiento económico, de florecimiento cultural, de avances sociales, de modernidad y de libertad de la buena en todos los órdenes. Seríamos imparables. Eso lo sabían bien quienes precisamente forzaron a desmembrarnos.
Como bien dijo hace nada el gran cancerbero Thibaut Courtois: para vencer hay que ponerse del lado bueno de la historia.
¡Hala Madrid!
Y digan lo que digan los suplementos patrocinados, Castilla-La Mancha, bajo los gobiernos de “progreso” ha conseguido ser una región sin apenas industria, con un agro subvencionado, de servicios de cuerda floja, siempre a la cola del paro o de cualquier estadística en cuanto a riqueza y gestión de recursos públicos.
Miren, no vengan a regalarnos periódicos, cuya sospechosa gratuidad es directamente proporcional a las inverosímiles aleluyas que difunden.
Castilla-La Mancha, guion mediante, es un engendro artificial y ruinoso contra la natura histórica que, como bien señalaba Ortega y Gasset es la esencial naturaleza del Ser Humano: “el hombre no tiene naturaleza, tiene historia”. Y añado, sin historia estamos en ese grado ínfimo de naturaleza que es el mineral, como un canto rodado o la piedra pómez.
Nada nuevo si digo que La Mancha -literatura burlesca aparte- no es sino un topónimo peyorativo (al parecer de origen andalusí) para identificar un espacio geográfico, bastante desafortunado, repartido entre Castilla, Levante y Andalucía. Parajes que poseen unas características orográficas y climáticas más bien adversas, que determinan en sus pueblos y gentes modos difusos, pobres e imprecisos de tipo cultural, económico y social que, en definitiva, responden a un precario folclor antropológico; el mismo que llevan décadas exaltando como identidad regional para hacer el borrado de lo castellano. Se trata de un proceso político deliberado de aculturación y asimilación mancheguizante, al cual se vienen destinando miles de millones del erario castellano.
La mancheguización instrumental viene siendo una de las prioridades del gobierno regional para reducir a la mínima expresión la identidad castellana y fomentar una nueva especie de aldeanos manchegos, votantes cautivos, clientelares, dependientes de un socialismo populista, adánico y mesiánico.
Tanto es así que en la actualidad ya es habitual nombrar al todo y al ciudadano de aquí bajo el apelativo de manchego. No lo soporto me revienta y me rebelo…
Es una perversión intolerable invocar a La Mancha al lado de Castilla como entes iguales y homologables con estatuto y derecho histórico.
La Mancha no es otra cosa que una comarca perteneciente, en parte, a Castilla. Nada más.
El binomio Castilla/La Mancha es una aberración ideada para desfigurar una región que no necesitaba ser inventada porque existe desde hace un milenio perfectamente configurada.
Hoy es la fecha de una traición constituyente que no ha de callarse por más tiempo. El camino es difícil, no imposible. Es urgente y necesario reivindicar la restauración de lo que, unido por siglos de coherencia foral e histórica, nunca debió ser separado en el tutifruti de una constitución para una transición democrática que, sin embargo, se plegaba a quienes nunca quisieron ni Ley ni fueros, sino el vacío. Esos mismos que precisamente hoy, día 31 de mayo de 2022, continúan su golpe de estado con un fraude de ley, aprobado por un parlamento ilegitimo para excluir el castellano de las aulas.
El tiempo lo corrobora: medio siglo de perversión y desborde constitucional al servicio de un estado autonómico egoísta, excluyente, desleal, injusto, despilfarrador, clientelistico y mafioso.
Hoy 31 de mayo es el día de la celebración de lo que nunca debiera celebrarse. Que no nos regalen suplementos de hojas dopadas con tintas narcóticas, que ya les obsequio aquí con un romance, el del “prisionero”, haciéndome boca actualizada de unos versos pertenecientes a nuestra anónima y castellana tradición:
Que por mayo era, por mayo, cuando hace la calor, cuando los trigos encañan y están los campos en flor; que por mayo el treinta y uno, se hace sentir la traición. Que por mayo era por mayo, que canta la calandria ebria, y responde sobrio mi ruiseñor: castellano soy, manchego NO; Castilla triste, cuitada
yace en esta prisión, y ni sabe ya cuándo es de día
ni cuándo las noches son. Aquellos carceleros de puño en alto, deles Dios mal galardón.