SAN ILDEFONSO

F. Garrido • 23 de enero de 2025

SAN ILDEFONSO


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© Fernando Garrido, 23, I, 2025


Para San Ildefonso, o sea, hoy mismamente, quizás se esté cumpliendo aquella castiza leyenda contemporánea por la cual se dice y comenta que en Madrid reciben al toledano para que se ponga las rebajas por casulla.

Incluso se expresa el chascarrillo de que allí, en la villa y corte, se festeja también al Santo patrón con pancartas a las puertas de los grandes comercios, donde se lee “¡Bienvenidos Toledanos!”. Y no, no se trata de una perversa iniciativa de la casta tecnoliberal, liderada por la malvadísima Isabelona (excusen la ironía), sino más bien una indemostrada tradición.




Ahora bien, sea por la razón que fuere, el hecho cierto es que tradicionalmente, tal que hoy, 23 de enero, Toledo ciudad queda tan vacía como en plandemia, telecelebrando desde fuera y a distancia a nuestro antiguo y venerado Arzobispo visigodo que, del mismo modo, para quien no lo sepa, es patrono diocesano de Madrid por aquello de que la actual capital de España no fue sino una sede pedana de la primadísima Toledo.

Pero la cosa no acaba ahí, pues Ildefonso es también patrón de Collado Mediano en la sierra madrileña del Guadarrama, de Olula del Río en Almería, Mairena del Aljarafe (Sevilla), Peligros (Granada), Camponaraya (León), Albatana (Albacete), Villaralbo del Vino (Zamora), La Cistérniga (Valladolid), Ixtahuacán (Guatemala), Pueblo Nuevo de Chepén, Caraz de Huaylas y el valle del Jequetepeque en el Perú, y cómo no, en Zamora, donde los huesos del santo Ildefonso reposan en la antigua iglesia arciprestal que lleva su nombre junto a san Pedro.



El traslado a la capital zamorana se llevó a cabo por mozárabes toledanos, a fin de evitar su más que probable profanación, allá en los siglos de la dominación islámica. Y en Zamora continúa, bajo llave tras unas rejas, celosamente custodiado por los nobles Caballeros Cubicularios, cofradía que precisamente se fundó a finales del siglo XIII para defender, con la propia vida si fuese necesario, los restos del Santo patrón de los múltiples y seculares intentos que Toledo acometía por llevárselo de nuevo a casa; una vieja pretensión actualmente desestimada.



En cualquier caso, hállese donde se hallare, San Ildefonso, representa y simboliza aquella esplendida Toledo visigótica de la que pocos restos materiales quedan, aunque los cuatro pingos, apenas perceptibles en la Vega Baja toledana, sirvan de excusa a algunos retrogresistas de pane lucrando para hacerse un inmenso relicario urbano con los trocitos que un día pisara, seguramente sin mucho garbo, el afamado arzobispo.



Pero aquí, en Toledo, desafiando la legendaria escapada festiva hacia la Capital de España, sede de la resistencia a la tiranía, elevemos sea desde acá o desde allá un ruego a Ildefonso para que nos ayude desde su cubículo en Zamora, nobilísima ciudad a la que en última instancia debemos la liberación del reino toledano del yugo islamita, es decir, de Castilla la Nueva. Porque aquello sucedió gracias a que pocos años antes, Alfonso VI, su liberador, fuese finalmente coronado rey de León y Castilla, convirtiéndose en “Imperator totius Hispaniae” con la ayuda, non petita, de la resistencia zamorana al sanchismo de aquella época, felizmente resuelta con un providencial y mortal venablo que atravesó un 7 de octubre de 1072 a su hermano Sancho, ilegítimo usurpador de la corona leonesa.


Pues, así sea…

Y que a falta de otra oposición, un tal Víctor o Bellido Aldama, zamorano adoptivo deportivo, haga lo propio ahora con ese otro en incorrupta fiscalía, si puede ser...


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