UN MONSTRUO DE TRES CABEZAS

F. Garrido • 15 de junio de 2025

UN MONSTRUO DE TRES CABEZAS 

Opúsculo contra el socialismo venga de donde venga.


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© Fernando Garrido, 14, VI, 2025


El socialismo siempre corrompe a los países y las sociedades donde se instala, por eso mismo es el gran negocio de determinadas élites dirigentes, políticas o económicas, y el modo de vida de una clase clientelar, favorecida o subsidiada. Fuera de éstas, el resto, la mayoría, sufre una depreciación brutal de su vida en todos los órdenes. Esa es la cruel realidad. Si alguien puede dar un ejemplo de algún país socialista, o suficientemente contaminado por él, donde eso no suceda, pido por favor que nos dé razón y paradero de ello. No, ¿verdad? España, desde luego no puede servirnos a tal fin.

Así, los estados o naciones realmente democráticos deberían de cortocircuitarlo y emplear buena parte de sus esfuerzos normativos, políticos e intelectuales, junto a recursos culturales, educativos o pedagógicos, para desenmascarar e impedir que las tesis y postulados socialistas se instalen en las leyes y parlamentos o en los imaginarios colectivos desde donde invariablemente envenenan al cuerpo de las sociedades en que operan.

Porque el socialismo, hay que decirlo así, es la peor enfermedad que pueda infectar a los planteamientos políticos liberales, los únicos posibles y válidos en un sistema democrático capitalista y de mercado que funcione y proporcione una verdadera prosperidad y mayor libertad. Eso es así, es la cruda alternativa: capitalismo liberal o esclavitud socialista. De ambas existen pruebas e indicios muy empíricos y reales. Aunque se debe advertir que el capitalismo hoy suele estar muy contaminado por el socialismo, y por tanto en gran medida es difícil encontrar un buen ejemplo.

El socialismo es en sí mismo incompatible con nuestra democracia (que en su propia formulación es y debe de ser liberal o no será), sin embargo, se le admite en su seno donde se constituye en la peor y principal patología que vive en el sistema, lo pervierte y se alimenta de él, identificándose falsamente con todos aquellos conceptos que representan un bien sistémico o avance social como la igualdad en derechos y libertades, el bienestar y el progreso económico, adoptando además su nombre como máscara o disfraz y arrogarse los éxitos y logros inherentes al capitalismo democrático y liberal, pero al mismo tiempo señalarlo como culpable de los desajustes y problemas que precisamente son consecuencia de las adulteraciones provocadas por los efectos y defectos del socialismo intruso.

Porque el socialismo se sirve de la sociedad y el sistema liberal a los que, primero parasita e infecta, luego inflama y después los estrangula y necrosa, para sobre el colapso sustentar la revolución e imponer un régimen ya plenamente enfermo, es decir, el socialismo pleno. Y, atención, porque cuando hablan de alcanzar la democracia plena en realidad se refieren a eso otro. Porque la democracia es el imperio de la ley, la separación de poderes y el respeto a los derechos humanos tanto como a la libertad individual, fuera de esto no hay más ni menos democracia, sin otro grado ni calificativo que liberal, no existe otra. Lo demás es aceptar el engaño.

Tampoco el socialismo es progreso ni progresismo, así como el liberalismo no tiene por qué ser conservador o reformista; ambos podrían hipotéticamente responder a lo uno, a lo otro o también a lo contrario. De igual forma que el socialismo no es ni representa a la izquierda, ni el liberalismo a la derecha, como se quiere hacer creer y nadie quiere enterarse de la falacia. Existirá en todo caso una derecha y una izquierda liberal, lo mismo que una izquierda y derecha socialista, y si se quiere también un centro y extremos en ambos. Aunque de cualquier modo se tratará siempre de una cuestión de perspectiva desde la posición y momento en que se encuentren las ideas del sujeto o colectivo que observa.

Pero, liberalismo y socialismo, no pueden contender en el mismo plano de perspectiva ni expectativas, porque no lo están, ni debería ni puede ser: existe una elección previa sobre qué sistema se quiere o en cual se está: socialismo o liberalismo. Pongamos que son, simplificando y como ejemplo, el rugbi y el fútbol, dos deportes que se juegan en ligas y en campos con reglas distintas, donde compiten equipos con disciplinas diferentes. De ahí que sería una completa aberración que un equipo de rugby jugase con sus normas y reglamentos un partido contra un equipo que juega al fútbol. Sería un original y divertido espectáculo, pero un total disparate, ¿no? Pues eso es lo que está sucediendo en esta cancha donde, por así decir, se juega a la democracia liberal, pero incomprensiblemente las reglas y el resultado de la liga, dependen de las normas con las que juega o se practica el socialismo. Es la perversión total de nuestro sistema democrático que, repito, o es liberal o no es.

Por eso ninguna forma ni siglas del socialismo deberían de ser convalidadas para operar en una democracia liberal, pues esta irremediablemente se degrada bajo su influjo y finalmente desaparece con su gobierno o participación en él.

El socialismo si acaso juega a la democracia popular, extravagante denominación para no mencionar el caduco término de “dictadura del proletariado” y menos la dictadura del partido único, aplicada al sistema que dicen poseer, por ejemplo, la antigua Unión Soviética, o las actuales China, Vietnam y Cuba. Pero aquí, en Europa podemos hablar ya de que nuestras democracias se van situando en mayor o menor grado en esa línea roja, causado por el empuje de un monstruo infeccioso que en su forma embrionaria y absurda denominaron cariñosa y contradictoriamente “social democracia”.

Por desgracia, España es el país europeo donde la patología ha crecido en las últimas décadas con mayor virulencia, registrada en tres fases o momentos. Cada uno de los cuales ha implementado las bases para el siguiente paso o avance de la enfermedad. 

Estamos pues, ahora, en el encuentro con esa tercera fase, en que el monstruo necesita para el golpe de régimen pleno o cambio definitivo de paradigma, poseer para sí mismo el poder de tres cabezas: la ejecutiva, la legislativa y la judicial. Esta última es la que aún se resiste, por ello, entre otras, la nueva Ley de Eficiencia Judicial se dirige a pervertir y cercenar una vez más la independencia de la justicia. A partir de ahí la infección total quizás sea ya irremediable.

Por eso, al socialismo, como la violencia que representa contra la humanidad, hay que combatirlo siempre y en todo lugar, venga de donde venga. También a aquellos falsos liberales que dicen que los partidos socialistas son necesarios en las democracias, pues es como decir que las enfermedades o los virus son buenos para la salud. Sin duda ellos sí que están infectados.

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