WITIZIANOS O SANCHISTAS

F. Garrido • 3 de abril de 2024

WITIZIANOS O SANCHISTAS


© Fernando Garrido, 3, IV, 2024


Desde el Viernes Santo -qué casualidad- el ejército de Marruecos tiene desplegada su fuerza naval a pocos kilómetros de nuestras costas canarias y en aguas del Sáhara occidental. Dicen que realizando unas maniobras estratégicas que durarán bastante tiempo. Esto es muy grave, porque constituye todo un alarde de fuerza militar y manifiesta provocación. Pero no hace falta adivinar que el gobierno español -como es habitual- consiente, se esconde y calla.




No siento, como gran parte de los españoles, ningún amor ni simpatía por Marruecos; experimento un profundo rechazo hacia ese pueblo que es, y siempre ha sido, enemigo ¿Puedo decirlo?

O quizás estoy obligado a tragarme lo que siento, que no es precisamente el ser fluido, ni camello, ni cabra, ni, por supuesto, amigo del moro Muza, ni Tarik el tuerto, ni de toda su tostada estirpe.

Es más, ese sentir ha penetrado en mi conciencia y entendimiento a lo largo de más de medio siglo de existencia como varón europeo, caucásico, que algo ha visto y leído, nacido en España con antepasados que ya habitaban en el toledano solar al menos desde el siglo VII bajo la egida hispano-visigótica, sometidos por la fuerza, tras el año 711, al califa damasceno y sus ávidos saqueadores, mercenarios norteafricanos, a cuya noble resistencia llamose luego, mozarabía.


¿Puedo ahora, mil trescientos años después, expresar que no me gustan en absoluto las malas gentes de Berbería?

¡Qué barbaridad! pues seguramente no sólo decirlo, sino el hecho de pensarlo me convierte en un energúmeno pecador, xenófobo, racista, fascista y, por añadidura, judío, negacionista, fovista, iconoclasta e iconómaco a la vez.

Quién da más por expresar la verdad.

Aun así, ¿Puedo o no decir y denunciar que el gobierno de España interactúa con Marruecos en régimen de felonía, como aquel legendario conde Julián y esos auténticos traidores, godos witizianos, aliados con el invasor sarraceno para obtener un poder ilegitimo que, por elección, habían perdido?

Un poder que a la postre no consiguieron a pesar de la traición, pues como alguien dijo, “de puta a puta, taconazo”, o si se entiende mejor, “Roma no paga traidores”. Así que fue el califa de Damasco quien pondría la corona, no a un alevoso familiar del difunto rey Witiza, sino a islámicos gobernadores o emires dependientes de él.



La rebelión interna de aquella miserable élite política costó, al entonces joven reino de Hispania, el repliegue asturiano y varios siglos de retraso, ocupación, luchas y muerte.

Y que quede claro, aquello fue estrictamente una invasión motivada por un afán de expansión económico territorial, lo religioso una farsa accesoria, pues aquel contingente bereber, ágrafo e incivilizado, poco o menos profesaba ni conocía la fe del Profeta, y sí mucho de violaciones, asesinatos, secuestros, pirateo y latrocinio.

Hasta aquí el breve relato de una historia pasada, aunque se recicla en el presente. Porque hoy nuestras ciudades, calles, mercados, servicios sociales y hospitales, se llenan de mujeres subsidiadas, sometidas a la bata larga y el pañuelo, con nutridas proles, familiares y ancianos a cargo de nuestro presupuesto, sistema asistencial y de salud, a lo cual nunca contribuyeron. Y sus maromos, arrogantes, empoderados, se hacen heces sobre nuestras hijas, tiran de alfanje y nos madrugan cuanto pueden.




El tirano Mohamed, en sus yates, palacios y en su lujosa residencia francesa, se bebe los vinos y vientos de las mil y una noches con jovenzuelos, mientras da por sacos con continuas afrentas a nuestra minería, pesca y agricultura; amenaza a nuestros barcos, fronteras y territorios; promueve el narcotráfico; nos exporta ilegales “sin papeles” africanos; despliega, impune, un eficaz y lucrativo espionaje; participa en extraños y estratégicos atentados terroristas; humilla a nuestra bandera, fuerzas de seguridad, gobierno y diplomacia. ¿Se puede pedir más para actuar?



Y cabe preguntarse, si España en su conjunto no recibe beneficio alguno de ese mal vecino, mas todo lo contrario, es que “alguienes” están pringados hasta el “begoño” e intestino grueso en tales negocios.

Está claro quienes: ayer eran witizianos y hoy sanchistas.


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