COGER A MACHADO POR LOS CUERNOS
© Fernando Garrido, 17, VI, 2022
“A Machado no se le ha leído bien”, es una de las conclusiones lapidarias que Gonzalo Santonja pronunciaba ayer, jueves 16 de junio, en el acto organizado el por la burgense institución Fernán González bajo el título, “el último libro de Antonio Machado”.
Con la última obra de Machado al fondo, Gonzalo Santonja nos habló, en la sala de estrados la Diputación de Burgos, de lo que es y ha sido un libro desconocido, y de la guerra; de aquella guerra que, en términos unamunianos, fue la “guerra incivil”.
Un Libro de la guerra por cuanto el poeta lo concibe en medio de aquella magna tragedia nacional.
La historia de aquellas páginas comienza en Madrid, lugar del que Machado no quería marchar. Fue Alberti quien lo convence para ponerse a salvo en Valencia y luego, tras quince meses de contienda, marcha a Barcelona.
Fue durante ese primer tránsito, a salvo de las balas y del sindicato republicano del crimen, donde Machado compone un libro de miscelánea que queda concluido hacia el final del verano de 1937.
Además, Machado escribe en ese periodo otras piezas, editorializando la “Hora de España”, que es para algunos la mejor revista intelectual hecha nunca en un país en guerra. Revista por eso y, sin embargo, meritoriamente imperecedera “por encima de sus circunstancias” en sus 23 números de vida.
A través de un ameno relato, aún en medio de la calorina africana, Gonzalo Santonja ha dado a conocer algunos de los últimos e inéditos rincones machadianos, al margen de la mitología univoca en torno a la intelectualidad republicana.
Ha hablado también de un Machado por encima de la circunstancia, de aquella que era la guerra que lo rodeaba en ese fatal momento.
Machado como casi todo poeta, a través del verso entra en dialogo consigo mismo, con el hombre y con Dios. Entender a ese hombre y entender a sus dioses es probablemente conocer la profundidad de su obra.
Por eso Santonja nos ha descubierto algunas claves de un poeta que en algunas ocasiones “está muy mal leído”, o lo que es igual, un Machado que en tantas ocasiones no ha sido entendido o no se le ha querido entender.
Es el caso del discurso que le piden y hace para la presentación de las Juventudes Socialistas Unificadas (con las comunistas), en el que un Machado valiente de sinceridad, salva quizás el pellejo precisamente por la incomprensión de sus palabras en aquellos jóvenes de “pistola al cinto”.
Nos advierte además que no todo en Machado está en perfecta sintonía conceptual, porque el poeta, el hombre y la realidad a menudo entran en contradicción.
Es el caso, por ejemplo, de la conocida composición de Machado a propósito de la ejecución y final de García Lorca; extraordinaria en su primera parte, pero una segunda que camina entre el disparate y el desacierto. Algo tan inexacto como presentar a un Lorca que, valiente, martirial y jubiloso, se entrega a la muerte sin sentir miedo de ella, ni espanto ante la inhumanidad de sus ejecutores.
“Por el amigo, tu enemigo, has de llorar…” son versos de Francisco Pino, que valen para ilustrar el terrible momento lorquiano ante un pelotón armado apuntándolo.
Y esto debe entenderse en el sufrimiento ante las malas ideas del amigo malo y las falsas creencias del enemigo bueno.
Ortega dijo algún día que “las ideas se tienen, y en las creencias se está”. “Las ideas no se respetan, se discuten”, nos ha dicho Santonja -en clave quizás habermasiana-; ideas que se combaten o discuten para afinar la idea propia en el tamiz de la ajena.
Unas ideas que expresamos con palabras de nuestra lengua castellana que, para Gonzalo Santonja, son un caso prodigioso de inteligibilidad.
Un poema como el del Cid, con cerca de un milenio, puede ser hoy entendido por un lector actual, no así, por ejemplo, la obra de Shakespeare en el inglés de hace sólo quinientos años, cuyas páginas actualizadas han de tributar con cientos de anotaciones para su cabal comprensión.
Defendamos pues nuestras ideas o, discutámoslas también en esa extraordinaria lengua castellana que ahora tiene a su cuidado, desde la Consejería de Cultura de Castilla y León, don Gonzalo Santonja Gómez-Agero que nos promete, y yo sí le creo, “coger el toro por los cuernos”.