ESPAÑA, ESTADO FEMINAZI

F. Garrido • 3 de septiembre de 2023

ƎSPAÑA, ƎSTADO FƎMINAZI


© Fernando Garrido, 3, IX, 2023


A propósito de la ola inquisitorial alrededor del deporte que aflora con especial virulencia estos días, el término grotesco e hilarante “feminazi” con que se bromeaba a veces sobre actitudes disparatadas de ciertas féminas patológicamente radicales, extravagantes y mentalmente desorientadas, pasa a ser un concepto apropiado –e incluso escaso y benevolente- para señalar la insoportable actualidad del movimiento mujeril. Porque el feminismo triunfante de hoy es una forma de fascismo (socialista) que, radicado en el odio y el resentimiento, impone la asunción obligatoria de su dogma que, por tanto, requiere el fumigado mental y reeducación total de la sociedad o el exterminio civil de aquella parte que lo cuestione.

Esto es lo que se está viviendo en España donde un gobierno (revolucionario antisistema) declara al Estado de manera insólita e impropia “feminista”, sobre todo si tenemos en cuenta que gobierno y Estado han de ser ante todo de derecho, constitucional y democrático, con todo lo que en ello cabe, que no es poco.


Autoproclamar un estado feminista o masculinista, budista o islámico, belicista o pacifista, automovilista o ciclista, campesino o ciudadano, carnívoro o vegano, ecologista o expansionista, son excesos extra constitucionales atribuibles a una concepción profundamente antidemocrática, como lo es –entre otras- este feminismo supremacista que no cabe en una democracia real porque no pretende la igualdad (aquella lícita y legítima) sino la ruptura de las garantías y derechos básicos del varón, cuya presunción universal de culpabilidad es insoportable a la razón y aberrante a toda norma formal del derecho natural y positivo.

Pero en España la dirección del Estado está integrada por individuos y partidos cuyas ideologías han sido responsables de los crímenes más atroces contra la humanidad, torciendo, allá donde han prosperado, la realidad histórica, antropológica, biológica, económica y social. Es decir, la manipulación teológica, ética, estética, técnica y científica de la vida y la cultura, para lo cual el feminismo es ahora su ariete instrumental.


Un feminismo que es precisa y paradójicamente una especie de machismo exacerbado, ovárico, que destruye en la mujer su esencial feminidad y las relaciones sociales, personales, familiares y de pareja entre varones, hembras e hijos.

Ministerios, secretarías, consejerías, concejalías y asociaciones lucrativas para la “igualdad” son monstruosos aparatos ideológicos para fomentar el odio y también la malversación y el despilfarro… porque toda la costosísima política contra la pretendida violencia machista -que viene a justificarlos por encima de todo- resulta no disminuir sino acrecentar los casos de agresión sexual o asesinato inter-sexo, intrafamiliar, pasionales o de pareja en los que la mayoría de las veces concurren más bien patologías mentales, culturales, religiosas, adictivas, etcétera, que estrictamente no se corresponden con ese machismo paranoico.


Por su parte los medios de comunicación, como en todo régimen totalitario, están obligados a dedicar sus titulares, noticias y editoriales a resaltar y acrecentar con fruición un fenómeno que no deja de ser nuevo, ni por supuesto el único que se da de violencia entre hombres y mujeres, mujeres y mujeres u hombres y hombres, no digamos ya entre el colectivo llamado homogéneamente LGTBI. Pero estos otros casos –abrumadoramente mayores- ni interesan ni existen.

Da angustioso pavor observar a las televisiones y demás medios del régimen (prácticamente todos lo son) así como a ciudadanos conversos, ejercer de policía ideológica, adoptando funciones de acusación, instrucción, enjuiciamiento y ejecución al dictado de la más alta traición a la verdad y al librepensamiento.


Si viviéramos en una democracia o quizás un día se restableciera (cosa improbable), el feminismo tendrá que ser juzgado y condenado en un “Núremberg” que siente en el banquillo a personas concretas (políticos, juristas, periodistas, comunicadores, activistas…) como responsables de actos contra la sociedad en una sistemática y organizada persecución a hombres y mujeres por motivos políticos, religiosos, raciales y de sexo.

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