LEÓN Y ROMANO PONTÍFICE

F. Garrido • 9 de mayo de 2025

LEÓN Y ROMANO PONTÍFICE


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© Fernando Garrido, 9, V, 2025


Roma, su legado, su fumata, ha conseguido siempre ser universal y trascender los siglos como modelo del que han participado los estados y naciones, sobre todo europeas u occidentales.

Roma también nos legó una ética, un modelo moral y credo: el cristianismo; más tarde concretado en gobierno de una Iglesia universal: el papado. Por eso la división y caída del imperio quizás no fuera tanto como creíamos. Roma es aún hoy emperador y estado. Sí, una pequeña ciudad estado con más poder del que las pujantes polis griegas como Atenas, Esparta, Tebas, Corinto o Mileto jamás pudieran haber soñado.

Pero Roma vino, vio y venció. Roma siempre fue así, nunca otra cosa, en sus mejores o peores momentos: una ciudad universal y el resto sólo tierra conquistada o evangelizada: Hispania, las Galias, Germania, Britania… Ahora lo mismo.

El Vaticano es hoy esa poli plenipotenciaria cuyo imperio espiritual es de mayor calado y alcance territorial del que si cabe nunca tuvo su primitiva Urbs, fósil sobre el que se asienta el renovado poder papal universal e imperante sobre el Mundo. Dicen que aproximadamente 1.500 millones de católicos repartidos en él. Un 18% de su población total.

Sin embargo, sus más antiguas provincias y colonias que constituyen Europa se han abandonado de su matriz. Pues las naciones europeas cada vez más apartadas de sus raíces civilizatorias han sido las pioneras en iniciar un proceso revolucionario de desencantamiento del mundo que no han sabido sino sustituir por una vuelta atrás, a los ídolos y a un pensamiento mágico reordenado en teorías, ideas o ideologías y creencias bajo apariencia científica.

La consecuencia de ese desencantamiento y muerte de Dios –ojo, esto lo dice este agnóstico- tiene un alcance trascendental que nos ha llevado a ser poco o prácticamente nada en todo lo otro, a situarnos en el peor lado de la historia. Hoy el europeo es mero superviviente de un naufragio sobre balsas de plomo: el euro, el rearme, el hedónico y edénico estado del bienestar, la desindustrialización en verde, el libro sagrado del arcoíris y demás. Esta es ya nada otra que tierra invadida por la barbaridad.

Ayer un americano, de Chicago, retomó el laurel de esa Roma que proyecta ahora su futuro lejos de donde fue fundada.

Bienvenido sea el pontífice León, que como el de la universal Metro Goldwyn Mayer ha de rugir estelarmente al comienzo de cada película, desde hoy mismo en las pantallas y conciencias de todo el planeta Tierra.

AMEN


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